Los editores también roncamos. Pero, ¿quién no ha sufrido los ronquidos propios y ajenos? Mi padre roncaba. Fuerte. Particularmente cuando dormía la siesta. Nadie se atrevía a hacérsela de tos. Ignoro cuándo me enfrenté por primera vez al fenómeno. Pero llegó para quedarse. Nunca faltó quién roncara a lo largo de mi vida social. Cuando… Continuar leyendo