La terrorífica experiencia de cambiar de proveedor de Internet en época de Covid

La experiencia de cambio de proveedor de internet (de Axtel a TotalPlay) ha sido extraña. El sábado llegaron dos chavos a instalar. Pensé que sería rápido y sencillo. Llegaron con cubrebocas, pero sin careta. Les regalamos unas caretas de Star Wars y gel antibacterial. Después de un año de estar aislados del mundo, fue la primera vez que alguien entraba a la casa impunemente. Fue una sensación extraña, onda “yo aquí cuidándome a lo cabrón y llegan estos pendejos, que sepa dónde estuvieron, a contaminar los espacios”. Intuí que estaba sellando mi sentencia de muerte por Covid. Cablearon todo de nuevo durante cinco horas (los espacios son grandes en las oficinas). Al terminar, instalaron el router y… ¡sopas perico! Daba 35 de bajada y 367 de subida. Les dije que había contratado 350 simétricos y que eso esperaba que nos arrojara el nuevo sistema. Le achacaron el pedo al router. Como no traían otro router “profesional” sugirieron regresar al día siguiente a terminar. Estábamos tan hartos que dijimos que sí. Pero a los 15 minutos me llama su supervisor para decirme que si los podía recibir en 20 minutos para terminar la instalación. Pero si no tenían el router, le dije. Que sí lo tenían, respondió. Regresaron y se quedaron en la puerta esperando. Llegó otro carro con quien suponemos era el supervisor. Por las cámaras vimos cómo los ponía como las chanclas. Que estaban cansados, decían los chamacos, que no habían comido. Pues se chingan o se van hijos de suchi, contestó amablemente el supervisor entre gritos despiadados. Entraron de mala gana con sus caretas de Star Wars y cambiaron el router. Nada. Que la señal bajó a 35 parejo. ¡Puta madre! Para entonces Margarita ya les estaba preparando unas tortas y les había comprado unos refrescos. Pues que el paquete que había comprado no jalaba, que si les permitía cambiar el router por uno de casa, porque el “profesional” sólo transmitía a razón de 2.4 mhz pero el casero a 2.4 y 5. Dije que va. Entretanto uno de ellos me susurró que por qué no adquiría el de casa, que es más barato y transmite a 500. Confusión total. Resulta que el profesional incluye dos líneas telefónicas (cuando por supuesto no usamos teléfonos analógicos desde hace años, sólo celular). Pero el router casero sólo tenía entrada para una. Yo terco que quiero un router con dos líneas. No sé para qué, pero es por lo que pagué. Ambos se ven con cara de desesperación. Me apiado. Que dejen todo con está. Que se vayan a comer su tortas, se lleven sus caretas de Star Wars y que descansen en paz. Hoy lunes viene Jassiel, que supervisa nuestras instalaciones, y me dice que todo está mal. Que contraté el paquete que no era, que hay que revisar todo y que nos pusimos en riesgo a lo güey. Comienzo a contar cinco días, como en Z contaban los segundos antes de convertirte en zombis. Nos habíamos puesto doble cubrebocas, careta, guardamos hasta donde se pudo sana distancia y nos lavamos las manos hasta que sangraron y afloraron los huesos. Hoy iniciamos pruebas: subimos y bajamos archivos, revisamos envíos y recepción de correos, analizamos otros servicios que dependen de nuestra acometida de señal. Los próximos días nos dirán si solucionamos las inconsistencias de Axtel/Izzi… y si sobrevivimos sin contaminarnos de Covid. Ya algunos amigo se vacunaron. Pero creo que a mí me tocará vacuna dentro de unos cien años. Mientras sigo contando los días… uno… dos… tres…