El alcohol nuestro de cada día y la vacuna contra el Covid-19

Hoy me fui a vacunar al WTC, que estaba medio vacío pese a ser hoy el último día de vacunación en nuestra delegación. Nos estacionamos en el Superama de la calle de Dakota, que está frente a la entrada del espacioso recinto donde te la aplican. Los últimos días habían sido de dudas y temores, ante las insistentes noticias de que algo no está bien con la vacuna de AstraZeneca, que es precisamente la que me pusieron. Sin embargo, las búsquedas de información por Internet arrojaban, más que temor por las posibles embolias que la vacuna podría causar, la vital interrogante: ¿cuánto tiempo debo dejar de tomar alcohol después de que me la apliquen? La verdad es que nadie tiene respuesta a esa como a otras preguntas de fundamental importancia. Están los médicos honestos que te dicen que alcohol y vacuna no tienen nada qué ver, de manera que sigas con tu vida normal; luego están los otros, que insisten en que si tomas medicinas no deberías ingerir bebida alcohólica alguna. Lo cierto es que de cualquier manera pocos hacen caso a esas advertencias. Así como tomar antibióticos con chelas es un deporte nacional, supongo que muchos festejarán estar finalmente vacunados contra el Covid, así sea apenas la primera dosis, con unos buenos tragos de tequila. Además, estamos en plena Semana Santa y en cuaresma, donde predominan los cocteles de mariscos, los camarones al mojo de ajo, los pescados al ajillo, los pulpos a las brasas y demás manjares que sin chelas, tequila, sal y limón como que no saben igual. Pero a nuestras sacrosantas autoridades se les ocurrió vacunarnos a los que tenemos apellidos que comienzan con las últimas letras del abecedario precisamente en este Sábado de Gloria, como si ser ancianos no fuera ya suficiente penitencia. Además, aún no sabemos a ciencia cierta si determinaron vacunarnos a los que tenemos más de 60 años porque somos los más vulnerables, o porque somos los más prescindibles. De tal suerte, los demás podrán observar tranquilos. Si sobrevivimos, los otros también se aplicarán la vacuna. Si nos petateamos, el mundo entrará en un nuevo confinamiento mientras afinan las vacunas para poner a los sobrevivientes en sincronía con la red 5G, a merced del terror de los conspiranóicos: el maléfico Bill Gates y sus secuaces. Por lo pronto les cuento que el piquete no duele (al menos a mi no me dolió y no escuché ni un ligero grito alrededor mío mientras se lo aplicaban a las demás víctimas del doctor Cerebro que también habían acudido al sacrificio mayor ordenado por nuestro Tlatoani). El brazo me comenzó a doler, poquito, horas después. Lo que sí está cabrón es que poco a poco se fue apoderando de mí un terrible cansancio, un apendejamiento bien cabrón que no se me quita. Aunque Noemí me asegura que ese ya lo traigo acarreando desde antes de la vacuna y que ya es crónico. Siendo así, creo que no sufro efectos secundarios. Todo en orden. Fin de la crónica.