En el bosque de la incertidumbre

Después de casi un año y medio de no salir de la casa más que para dar una vuelta esporádica en carro por la Ciudad, el viernes de la semana pasada me aventuré a asomar la cabeza para asistir a una reunión presencial de la que di fe en días pasados. ¡Qué extraña fue toda la experiencia! Ya en la reunión me había sentido raro. Por primera vez, aún en pandemia, volvía a saludar en persona a gente fuera del entorno familiar. Fue notoria nuestra confusión. ¿Saludar de lejos? ¿Chocar codos o puños? ¿Abrazar o no abrazar? Hubo todo tipo de transgresión al protocolo sanitario. El abrazo, el saludo de manos, la conversación en corto sin cubrebocas. De los veinte participantes, sólo tres mantuvimos el cubrebocas puesto durante la reunión, que duró cuatro horas, aunque nos lo quitamos cuando hicimos uso de la palabra. Al salir, nos tomamos la foto sin cubrebocas por decisión consensuada. La sensación era curiosa. Por un lado, como si nos estuviéramos jugando la vida, como cuando dos extraños tienen sexo travieso sin usar condón; por el otro, como si hubiéramos exagerado la nota del encierro. No obstante, fue inevitable hablar del brote de la variante Delta, cada vez más predominante, del Covid-19. Lo cierto es que prácticamente todos los participantes en esa reunión ya estábamos vacunados. Al terminar, el grupo de editores que participamos en el encuentro salimos del edificio y dirigimos nuestros pasos hacia el portón que teníamos frente a nosotros y que daba entrada al bosque de Chapultepec. Finalmente regresé a casa, saludé de lejos y sin contacto, me quité la ropa, que puse cuidadosamente en una bolsa, me di un prologado baño, y salí a la sala a contar la aventura. Parte sustancial del relato fue el paseo por el parque. El lugar lo vi tan grato, que este fin de semana decidí regresar con Noemí y con Nimue para dar un paseo. ¡Qué hermoso bosque tenemos en medio de la Ciudad! Nimue tomó fotos, tocó el pasto, abrazó árboles, admiró a las ardillas, a los patos y a los peces mientras Noemí y yo la observamos conmovidos. La mayor parte de los paseantes estaba con cubrebocas. Qué duro ha sido el confinamiento, y con cuánta incertidumbre nos movemos. El enemigo está allí, flotando, invisible. La experiencia fue reparadora, aunque lo que más habrá de tranquilizarnos será que Noemí reciba finalmente la vacuna. Este fin de semana le toca.