El Odín: un perro desatado

Esta fue una jornada de mordidas prodigadas a diestra y siniestra por nuestro cachorrito, el Odín. Desde que llegó, comenzó a mostrar una tendencia clara a conquistar terreno. En un principio era de menor tamaño que Kafka, nuestro adorable shetland, cariñoso y juguetón. Pero al mes ya lo había alcanzado y ahora, que ya tiene cinco meses, lo ha rebasado. Sigue siendo de notable torpeza. Se tropieza consigo mismo con una gran facilidad y sus azotones hacen retumbar el piso. En una de esas el terremoto de Haití fue por su culpa. Sus ladridos de tenor impactan a propios y extraños a una cuadra de distancia. Sin embargo, tiene una carita de que no rompe un plato. Desde que me adoptó, no deja que el Kafka se me acerque. Y le gusta acostarse al lado de la puerta donde yo suelo estar trabajando. Margarita ya también está toda mordisqueada por esta bestia peluda, y Xiluén tardó en imponerse. Nimue también se ha llevado sus buenas mordidas, de manera que ya medio detesta con cariño al perro. Noemí, en cambio, tras algunas mordidas iniciales en las piernas, logró imponerse. Digo, si me domó a mí, ¡que no pueda con un triste perro! El caso es que hoy vino el veterinario a revisar a los perros y encontró que el Kafka está bastante jodido de tanta mordida y tiene una contractura en una pata trasera, por lo que ya no podía jugar conmigo. Pero tras una inyección quedó como nuevo. Claro, tuve que salir a poner en orden al Odín, que para eso me pinto solo. Pero ya le hace falta un entrenador, porque en unos meses, su fuerza y tamaño serán preocupantes. Ya ahora le cuesta trabajo entrar por las puertas a su casa recién construida. Intuyo que, si sigue creciendo a ese ritmo, dentro de poco tendremos que comprarle comida por tonelada. Su cadena de castigo la tendré que pedir a quienes fabrican anclas para buques petroleros, y necesitaremos un regimiento para controlarlo cuando lo saquemos a pasear. Imagino que, si durmiera dentro de la casa, tendríamos que dedicarle la sala para que pudiera extenderse cuan largo es. Ya le pedí al Pichicuaz ayuda para domarlo, pero se ha negado categóricamente. Me dijo que ya con haber domado a la Frida, nuestra salchicha miniatura que es igual de territorial que el Odín, tuvo suficiente. A la Frida, por cierto, el Odín la aplasta con ponerle una pata encima, aunque lo hace sin maldad. En esas andamos, pues, en estas semanas de polémicas en torno al futuro del libro y la lectura, y la interpretación de la historia de México a 500 años de la caída de Technotitlán. La tercera ola de Covid preocupa mucho, en medio de la cual no se entiende eso del regreso a clases, sobre todo de los niños. Pero al Odín todo eso lo tiene sin cuidado. Con apenas cinco meses de existencia, se apresta a conquistar el mundo. Si se nos sale de control, les avisamos. O ya sabrán de quién se trata si en las noticias aparece que avistaron un perro gigante corriendo por el Periférico aplastando carros a su paso…