De la erotomanía al rescate de la obra de Gustavo Sainz

Ponencia presentada en el Congreso en homenaje a los 70 años de Gustavo Sainz, 28 de mayo 2010
Casa de la Primera Imprenta de América
UACM, UAM, Edicioness del Ermitaño

Hablaré hoy no de la obra de Gustavo, sino de cómo lo conocí y de cómo fue que decidimos publicar sus títulos más importantes, desde Gazapo hasta la fecha. Trataré de hacer con ello un retrato honesto de lo que es la labor editorial independiente hoy, en esta época de cambios vertiginosos.

Conocí a Gustavo Sainz en los años setenta. Tenía yo escasos 15. Él dirigía la revista Caballero y yo trabajaba como reportero en la revista Sucesos para Todos, tutelada por el empresario y cinematógrafo Gustavo Alatriste, quien a la postre se convertiría en un buen amigo mío. En ese entorno conocí a Magú y a Rogelio Cuéllar, entre muchos otros. Era la época del destape, y los desnudos comenzaron a pulular en las revistas. “Víctima” de una educación muy liberal por parte de mis padres, el erotismo me envolvía lascivamente. Recuerdo unos meses paradisiacos —no habré tenido más de 10 años— en que un abogado le pidió a mi padre encuadernar su colección completa de Playboy. Mis amigos y yo los convertimos en una orgía interminable hojeando tomo tras otro. Así las cosas, el gran anhelo de mi vida en ese entonces era trabajar en Caballero, de manera que me armé de valor y fui a visitar a Gustavo con el apoyo de mis amigos editores de Sucesos. Para mí, Caballero era jugar en las ligas mayores. Sin embargo… ¿quién contrataría a un articulista calenturiento de 15 años? En efecto, Gustavo no me recibió en su oficina. En algún momento lo vi en el pasillo, me presenté y le expuse mi deseo de colaborar ahí. Me miró de arriba abajo. Iba yo con mi hippiosa indumentaria, cabello largo hasta los hombros, huaraches. Como tenía prisa, me despachó con un “háblame luego”.

Tuvo que cambiar el siglo para que el “háblame luego” se cumpliera, pues lo volví a ver 30 años más tarde, en la FIL de Guadalajara, caminando por los pasillos. Le conté el episodio de mi adolescencia y se rio. Por supuesto, no se acordaba de nada. Así inició una conversación largamente anhelada por mí, aunque con seis lustros de desfase. Ese año del reencuentro organicé en la FIL el Pabellón de las nuevas tecnologías y había sido nombrado asesor académico de la feria. Llevamos los equipos más modernos de impresión digital, así como equipos de acabados y montamos un Museo del Libro y un pequeño auditorio; fue uno de los stands más grandes de la FIL. Con esa carta de presentación le expuse a Gustavo un proyecto: publicar una revista de literatura y erotismo, pero usando esa tecnología e imprimiendo ejemplares en tirajes cortos de acuerdo con la demanda. Aunque Gustavo había impulsado grandes proyectos a lo largo de su vasta labor como editor, con tirajes grandes, aceptó mi propuesta de buena gana, lo que dio inicio a la revista TransgresiónES, de la cual sólo publicamos, hasta ahora, tres números.

Un año después inicié un proyecto que llamé “La escritura y el deseo”, que consiste en retratar escritores acompañados de la desnudez de las modelos. Comencé con un interesante ejercicio fotográfico de Juan García Ponce en su casa, que dio la pauta para las demás sesiones que llevaría a cabo en mi estudio. Cuando le expuse el proyecto a Gustavo, se mostró muy entusiasmado. A fin de cuentas, ¿quién se opondría a tener en sus brazos una bella modelo desnuda a lo largo de un par de horas? No Gustavo. Así realizamos la sesión con una de las más talentosas de mis modelos: Leda.

Esa reunión contribuyó a un mayor acercamiento entre Gustavo y yo. Es curioso, pero las sesiones de fotografía en este contexto transgresor no han dejado incólume a quienes han participado en ellas. Para algunos constituyó un parteaguas en su vida. Hasta cierto punto, también fue un acontecimiento importante para Gustavo por hechos que se darían más tarde y que algún día ya él podrá contar. El caso es que planeamos publicar un libro con el resultado de ese ejercicio fotográfico, y Gustavo escribió un magistral prólogo. Sin embargo, hasta ahora no ha podido ver la luz.

Paralelamente, Gustavo aceptó entregarme un texto para iniciar la colección Minimalia erótica, de Ediciones del Ermitaño. Se trata de libros en los que alternan la palabra de los autores con los retratos que hice de ellos en el marco del proyecto “La escritura y el deseo”. Lanzamos inicialmente cinco, cuyos autores eran Edmée Pardo, Hernán Lara Zavala, Alberto Ruy Sánchez, Josefina Estrada y el propio Gustavo, con un título espléndido: Batallas de amor perdidas. Los cinco libros los presentamos en la FIL de Guadalajara de 2002, y fueron producidos durante la feria en el Pabellón tecnológico que instalamos con nuestros aliados de aquel entonces. Entusiasmaba ver a Alberto Ruy Sánchez y, si mal no recuerdo, también a Gustavo y los otros autores, pasar por el stand y llevarse alterones de libros para regalarlos a sus conocidos. El proyecto comenzaba a conocerse.

Con todo eso, poco a poco, Ediciones del Ermitaño se convirtió en el puerto al que Gustavo llegaba invariablemente cuando venía a México procedente de Indiana, donde se refugió cuando emigró a los Estados Unidos, donde hizo una extraordinaria carrera académica que lo llevó a infinidad de lugares a difundir su cátedra. Aprovechamos esas visitas para darle seguimiento a los proyectos en marcha, o para fraguar nuevos durante la comida, pero también para realizar tertulias con escritores amigos que acudían a saludar a Gustavo y a compartir la copa y el bocadillo. Sin duda, las reuniones con Huberto Batis y con José de la Colina fueron memorables. Sirvieron no sólo para refrendar la amistad, sino también para sacar a flote toneladas de recuerdos.

Así las cosas, un día llegó Gustavo un tanto molesto. Una editorial le acababa de regresar los derechos de un par de sus títulos. No comprendía las razones y con justa razón. Eran libros que solicitaban universidades en diversos países donde se imparte la asignatura de Letras hispánicas y que tenían y siguen teniendo importancia indudable en el marco de la literatura mexicana. Eso dio lugar a que platicáramos nuevamente sobre las razones que me llevaron, como editor, a publicar los libros de Minimalia, de Ediciones del Ermitaño, en tirajes cortos y haciendo uso de las nuevas tecnologías de impresión digital. Mis argumentos eran similares a los que esgrimí cuando le propuse a Gustavo la publicación de la revista TransgresiónES.

Y es que hoy en día, el mercado bestsellerizado está ávido de nuevos nombres para alimentar sus ansias de comercialización y ganancias fáciles. Los títulos de antaño, aun cuando pertenecen a escritores consagrados, no tienen ventas tan abultadas, salvo contadas excepciones, de tal suerte que las grandes editoriales han descatalogado infinidad de obras, y han buscado concentrar sus esfuerzos y capitales en relativamente pocos que pueden comercializar con cierta facilidad respondiendo a modas o intereses promovidos por las industrias de la comunicación, cine y televisión fundamentalmente. Así, la novela fácil, la que se desprende de la película de vampiros de moda, o la que dio origen a la película, invaden las mesas y estantes de las pocas librerías, carentes todas de espacio suficiente para acomodar lo que los editores pretenden colocar. Las nuevas librerías que surgen, en su mayor parte, lo hacen reproduciendo este esquema. Los libros que no garantizan ventas mínimamente rentables para las editoriales, simplemente salen del mercado. A menos que… uno se apoye en las nuevas tecnologías (que a estas alturas ya no son tan nuevas).

Nuestra estrategia inicial, hace 15 años, consideraba que nuestros libros navegaran como catálogo. Sin embargo, cuando lanzamos Minimalia erótica, nos dimos cuenta de que también podían tener cierto éxito las colecciones. Iniciamos así la de Literatura coreana, que ya cuenta con 14 títulos y alrededor de la cual hemos realizado actividades de promoción y divulgación, como el premio de ensayo en torno a uno de esos libros, cuya tercera emisión lanzaremos este mismo año. Al mismo tiempo creamos un portal para los amantes de la literatura coreana, o para quienes, sencillamente, se quieren acercar a ella (www.literaturacoreana.com). En este sitio los lectores encuentran información sobre los autores, los libros y la cultura de Corea. La misma estrategia seguimos con uno de nuestros títulos más exitosos, El último sobreviviente, de Arón Gilbert, con casi 4 000 ejemplares vendidos, impresos siempre de 100 en 100 (www.elultimosobreviviente.com). En este caso, el propio autor ha sido un extraordinario difusor de su obra que, al abordar el tema del Holocausto, se encuentra periódicamente en el centro del debate. Ahora trabajamos en varios proyectos de traducción de literatura aún desconocida en México y, con esto en mente, ideamos el proyecto con la obra de Gustavo.

La idea era que, independientemente de que tal o cual editorial publicara una obra en particular, nosotros tuviéramos la colección completa en existencia. Lo conversamos en varias ocasiones con Gustavo, hasta que finalmente el proyecto le gustó y lo concretamos. Se llamaría “Biblioteca Gustavo Sainz” y constaría de 20 o más títulos. Tomada la decisión, comenzaría la verdadera aventura. Porque para una editorial pequeña, como la nuestra, el proyecto es toda una osadía de cuyas implicaciones nos percataríamos poco a poco. Lo primero que hicimos fue crear un portal en internet con el dominio www.gustavosainz.com, con similares características a las que tienen nuestros otros sitios. Es decir, el visitante no sólo puede conocer la obra, sino inscribirse en el portal, generar una página propia con su blog y con la posibilidad de incorporar fotos y videos y entrar en contacto con los demás integrantes, con los editores y con el autor mismo.

Iniciamos con la publicación de cinco títulos:

• Compadre Lobo
• La princesa del Palacio de Hierro
• Muchacho en llamas
• Gazapo y
• Obsesivos días circulares

A los que luego siguieron:

• Fantasmas aztecas y
• A troche y moche

Sin embargo, la colección enfrentó las mismas dificultades que los demás libros: la falta de espacio en las librerías y, por lo tanto, el poco tiempo que están dispuestas a mantener en exhibición y venta las obras. Por otro lado, nos faltaban y siguen faltando recursos para una difusión apropiada. Hemos ido presentando las obras en la FIL de Guadalajara con la presencia del autor. No obstante, el efecto publicitario de las entrevistas y las reseñas es muy fugaz, es decir, no se refleja en ventas. Comenzamos entonces a subir los libros a la red en formato electrónico (ebook), orientando la estrategia hacia las bibliotecas. Es muy pronto para adelantar resultados, pero hasta ahora son magros.

Agotados los recursos económicos para continuar con la colección sin ayuda, presentamos un proyecto al Fonca para apuntalar la publicación de las obras faltantes. Recibimos así recursos para tres libros más, que están en producción y que presentaremos en la FIL de Guadalajara de este año. Con esto habremos logrado producir los primeros 10 títulos. Éste ha sido un esfuerzo extraordinario para nosotros. Para que se den una idea: cuando le propuse al Fondo de Cultura la coedición de la colección, me dijeron que no había presupuesto, y que habían tenido que postergar o suspender la publicación de obras completas por incosteables. Lo mismo me comentaron amigos de sellos pertenecientes a grandes empresas editoras al abordar el tema. Hay que tomar en cuenta, por supuesto, que esto ocurre en medio de una de las mayores crisis económicas, en el país y en el mundo. La pregunta queda en el aire es… ¿cómo hacer que estos libros se abran paso hasta sus lectores?

Las condiciones se irán transformando sobre la marcha. Diez títulos ya conforman un acervo nada desdeñable de la obra de un autor. Otros títulos se irán sumando poco a poco. Hoy estamos trabajando para encontrar nuevos nichos, nuevas formas de abrir espacios, nuevos recursos para difundir lo que hacemos. Sin duda, cuando Gustavo materialice su intención de regresar a vivir a México, su presencia contribuirá a que sus lectores lo vuelvan a tener en mente y a llamar la atención de nuevos lectores.

Por lo pronto, sabemos que el mundo editorial está cambiando a pasos acelerados y que vivimos una vertiginosa transfiguración del lector y, por tanto, de la lectura. Ya no podemos pretender seguir el mismo esquema que funcionó durante tantos lustros, es decir, producir libros con soporte en papel que se surten a librerías a las que llegan los potenciales lectores a comprarlos… La oferta, sin ser tan amplia como debería, sobrepasa la capacidad de consumo de los compradores en la capital. Y las capacidades de las pequeñas editoriales no alcanzan para llegar a todos los rincones de la República, es decir, a aquellos pocos afortunados que cuentan con una de las escasísimas librerías que, además, tienen la costumbre de no pagar. Habrá que buscar otros mecanismos. El libro electrónico como tal seguramente es una alternativa en el caso de la obra de Gustavo, cuyos lectores están dispersos no sólo a lo largo y ancho del país, sino de todo el planeta. Sin embargo, para que los lectores potenciales busquen las obras aún en librerías virtuales, necesitan saber que están disponibles. En el futuro inmediato enfrentaremos un reto mayor, y no sólo los pequeños editores, también los grandes: habrá que idear nuevos recursos para difundir la existencia de las obras. La difusión será el gran problema por resolver, pero confiamos en que sabremos abrirnos paso con creatividad y entusiasmo. Falta que la economía se reanime, claro está.

Pero no todo el panorama es negro. Este martes, por ejemplo, 50 editoriales independientes llevaremos a cabo la Feria del Libro Independiente en la Librería del Fondo de Cultura Económica “Rosario Castellanos”, allá en la calle de Tamaulipas. Además, habrá una serie de mesas redondas en las cuales un grupo de editores y escritores disertaremos sobre diversas temáticas, algunas de las cuales aquí sólo he evocado. Si desean consultar el programa completo lo pueden hacer en nuestro portal www.solareditores.com.

Por lo pronto, festejamos con alegría y entusiasmo los primeros 70 años de Gustavo. No sólo es uno de nuestros más importantes autores, sino también un gran amigo y cómplice de proyectos. Le ha tocado vivir mucho y eso se encuentra reflejado en su obra. Tuvo épocas de gloria en la industria editorial mexicana, y cuando me cuenta sus experiencias, no puedo menos que envidiarlo. Las épocas han cambiado, sin embargo, y hoy Gustavo, el autor, vive en nosotros, sus editores, angustias y carencias, dificultades y tropiezos que él no conoció. No obstante, también sabe que esta etapa es inédita, y que a estos grandes esfuerzos con resultados magros sobrevendrá una época en que su obra volverá a encontrar a los lectores que, sin saberlo, la buscan. El futuro es digital y la obra de Gustavo lo es hoy también.

*azh, 29/5/2010

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