Manifiesto de la Red Independiente de Proyectos Artísticos y Culturales (RIPAC)

(Propuesta inicial redactada por A. Zenker en Marzo de 2010)

1. En vista de la situación actual.

Hoy en día son pocos los ciudadanos que tienen acceso a la cultura, pues ésta se encuentra concentrada no sólo en pocos lugares, como lo son las grandes ciudades, sino que además no se han desarrollado mecanismos eficientes que acerque la cultura a la población. Hay una errónea concepción por parte de muchos que confunden educación y cultura. No son lo mismo. La primera es sin duda base insoslayable para que se dé la segunda. Pero si nos quedamos en el plano de proveer educación básica a la población, sin adicionalmente dotarla de cultura, seguiremos sembrando el mundo de seres humanos incultos y fácilmente manipulables.

2. La ineficiencia del Estado.

El Estado, con su clásica miopía que no ve la cultura como clave del desarrollo,  no ha sabido ni ha querido cumplir con su función que consiste básicamente en promover y apoyar que surjan y se fortalezcan los movimientos, las expresiones culturales en un marco de absoluta e irrestricta libertad, pluralidad y diversidad. Encabezado por gobernantes y burócratas incultos, el Estado ha sido el primero en confundir educación y cultura. Por otra parte, cuando emergen funcionarios que tienen proyectos culturales, su tendencia es a la monopolización, a la centralización, a la estatización y control de la cultura. La ineficiencia del Estado ha mermado el desarrollo cultural de la nación, derramando grandes sumas de capital en beneficio de muy pocos.

3. La necesidad de una cambio nacional.

Hoy enfrentamos la necesidad de impulsar grandes cambios a nivel nacional. Vivimos en un país sumido en la pobreza, dominado por una partidocracia miope e ineficiente, donde la violencia se ha extendido a niveles sin precedentes. La barbarie cunde a diestra y siniestra, y la población, además de lidiar con problemas de subsistencia, vive sumida en la inseguridad y en el miedo sin tener los elementos culturales que le permitan interpretar el mundo que le rodea.

4. Sin cultura no hay cambio.

Los grandes cambios que requiere nuestro país no se podrán dar si éstos dependen de una élite tecnócrata que carece de un bagaje cultural y es incapaz por tanto de comprender el valor sustancial de la cultura para impulsar cambios fundamentales con efectos perennes. Sin cultura, no habrá cambio. Es impostergable cambiar el nivel educativo y cultural de nuestros gobernantes. Es necesario entender la cultura como el líquido amniótico donde florezcan las capacidades para el desarrollo, entendido este como libertad.

5. La desburocratización y ciudadanización de la cultura.

Para poder impulsar una verdadera revolución cultural en el país es necesario desburocratizar la gestión cultural y ciudadanizarla. De hecho, ante la ineptitud gubernamental, la sociedad civil se ha venido organizando y ha ido desarrollando proyectos culturales con total independencia del Estado. La participación ciudadana es cada vez mayor cuando se trata de llevarle cultura a la población. Esta ciudadanización cobra mayor valor dado que los gestores emergen muchas veces de las mismas comunidades a las que llevan sus proyectos. No obstante, es fundamental que se canalicen recursos públicos, es decir, dinero de nuestros impuestos, hacia esas iniciativas para fortalecerlas.

6. Planeación a largo plazo: por el rompimiento de la “desexenalización” de la política cultural.

Un cambio estructural con efecto de largo plazo no puede darse en el marco de la absurda estructuración sexenal de las políticas públicas. Es vital poner en manos de los ciudadanos la planeación de la cultura de tal suerte que ésta tenga visión de largo plazo. Los planes sexenales han sido nefastos, y con cada cambio de gobierno se reinventa la rueda y cambian los programas y políticas en todos los ámbitos, incluido el cultural. Esa miopía estructural, esa visión de corto plazo, nos condena a la mediocridad. Romper con este esquema implica arrancar la cultura de manos de quien la utiliza como instrumento de poder político para defenderla como un bien en sí mismo al cual tienen derecho TODOS los ciudadanos.

7. La descentralización de la cultura.

Parte del problema es la absurda e indignante centralización de la cultura en las grandes ciudades y algunos otros puntos neurálgicos del país. Como nación, tenemos una enorme riqueza cultural. Sin embargo, esa riqueza no se divulga a lo largo y ancho del país, donde muchas comunidades carecen de cines, de teatros, de espacios culturales. El CONACULTA es una manifestación precisamente de esa lacra centralista y centralizadora. Aún se privilegia la construcción de proyectos dispendiosos y elitistas, en lugar de darle impulso a nuevos mecanismos que lleven la cultura a todas las comunidades del país.

8. La vinculación de los gestores culturales.

Si bien los proyectos culturales han aumentado enormemente en los últimos años, los gestores han estado desvinculados, abandonados a su suerte. Varios han sido los esfuerzos, pero insuficientes, por vincular los proyectos. Por ese motivo creamos hace dos años la Red Independiente de Proyectos Artísticos y Culturales (RIPAC), como un recurso para que en el marco de una estructura enteramente horizontal, los gestores se vinculen libremente, se fortalezcan y compartan información y experiencias. Esta Primera Jornada de Vinculación de Gestores Culturales en que hemos analizado la transfiguración de los paradigmas en el nuevo milenio pretende ir más allá de la mera vinculación e intercambio de información para buscar mecanismos que, desde la misma sociedad civil, fortalezcan ese amplio movimiento que busca elevar el nivel cultural de la nación.

9. La profesionalización de los gestores culturales.

Un aspecto primordial para mejorar, para hacer más eficiente la labor de los gestores culturales es su profesionalización. Esto no sólo se ha dado a través de cada vez más cursos, talleres y diplomados, sino también de la creación de cada vez más carreras a nivel de licenciatura en diversos centros universitarios públicos y privados del país. Estamos hablando de dos momentos cruciales: por un lado de la profesionalización de todos aquellos que ya están trabajando en el campo y requieren capacitación para profesionalizar su labor de gestión, y por el otro lado la formación de nuevas generaciones que adquieran una formación profesional a través de las instituciones académicas a niveles de licenciatura, maestría y doctorado. En ese sentido, uno de nuestros objetivos es buscar la vinculación de la gestión cultural con la Academia.

10. La internacionalización de los gestores culturales y sus proyectos

Desde su creación, La RIPAC se ha nutrido no sólo de gestores culturales de México, sino también de muchos otros países. Eso nos ha permitido conocer otras realidades que, lamentablemente, son muy similares a las que prevalecen en nuestro país. También ha permitido que unos y otros se vinculen, independientemente de las distancias, a través de la red que hemos creado. Por otro lado, los proyectos de gestión cultural pueden internacionalizarse, es decir, trasladarse a otros países, ya que una de las características de la cultura es precisamente su valor universal. De allí que veamos con optimismo el gran potencial que tiene un trabajo en red que trascienda las fronteras.

11. La vinculación de la gestión cultural con la actividad productiva, económica.

Crear un nuevo proyecto de nación basado en la elevación del nivel cultural de la población no tiene que ser únicamente una labor de los gestores culturales y de entidades gubernamentales que respondan eficientemente a la ciudadanización de la gestión. Creemos que todos los protagonistas económicos y sociales pueden y deben involucrarse. Una de nuestras labores debe ser, en ese sentido, crear conciencia para que las empresas comprendan el valor de la cultura para elevar su productividad de tal suerte que contribuyan a financiar los proyectos que emanan de la sociedad civil.

12. La diversidad cultural

Hay que acabar con la “cultura” de las sectas, del grupismo y clientelismo, de la no inclusión: trabajemos por un movimiento cultural para todos sin excepción. Porque buscamos un proyecto cultural de nación que propicie la diversidad, la cual debe responder a esa enorme riqueza multicultural con que contamos. Una política cultural que integre a los valores culturales universales, los que les son inherentes a las comunidades indígenas y sus lenguas, a las peculiaridades regionales y sus dialectos, a los millones de mexicanos que se van a trabajar a Estados Unidos y regresan con nuevas visiones, y a los que se han quedado a vivir allá y han creado una nueva cultura inédita. Una política cultural que integre a todos, sin discriminación de género ni de orientación sexual o predilección política o religiosa, así como a las personas con capacidades diferentes. Un proyecto que defienda el derecho de todos a ser diferentes, respetados e incluidos.

13. El aprovechamiento de las nuevas tecnologías para la gestión cultural.

Para propagar cultura, el costo del traslado físico de la oferta cultural puede ser un grave impedimento. Hay que apoyarse en las nuevas tecnologías y usarlas con cada vez mayor imaginación y creatividad. Así como hoy en día es imposible crear librerías y bibliotecas que contengan físicamente todos los libros importantes en todos y cada uno de los rincones del país, pero es perfectamente factible contar a corto plazo con librerías y bibliotecas virtuales prácticamente en cada casa de la República, también es factible diseminar las ofertas culturales haciendo uso de los nuevos medios y a muy bajo costo.

14. Modificar la política de monetarizar la cultura para favorecer la difusión del conocimiento.

Si bien lo que se ha venido llamando la “industria cultural” genera un porcentaje nada desdeñable del PIB (muy pequeño en México, aunque significativo, comparado con países que han reconocido el valor económico de la cultura), hay que cambiar la tendencia a monetarizar desmedidamente la propiedad intelectual. Cada vez crecen más los movimientos que intentan impedir por la vía del lucro la propagación de la cultura; y cada día hay más personas, entre ellas músicos, artistas visuales, escritores, poetas, etc., así como desarrolladores de software que dejan circular libremente sus obras y herramientas. Es vital fortalecer esta tendencia de tal suerte que la falta de recursos económicos no sea un impedimento para que la población acceda a la cultura.

15. Por la universalización de la visión cultural.

Una y otra vez grupos nacionalistas y retrógrados tratan de virar para impedir que accedamos al conocimiento, a la cultura universal. El mundo es cada vez más abierto, y las nuevas tecnologías permiten que hoy, finalmente, todos podamos tener acceso a una diversidad inédita de contenidos. Hay una tendencia cada vez más marcada en las nuevas generaciones a romper con las fronteras y las limitantes, y a abrir su horizonte cultural. Busquemos que esa apertura sea irreversible. Luchemos por la total disolución de las fronteras culturales, por el mundo como nación.

16. Conclusión

Ante la ineficiencia de un gobierno que no comprende las necesidades culturales del país, ciudadanicemos la gestión cultural y elevemos nuestras exigencias: que los recursos (NUESTROS recursos, basados en NUESTROS impuestos) fluyan hacia las iniciativas ciudadanas. Basta de funcionarios corruptos, basta de la politización de la cultura, basta de favoritismos… Hemos demostrado que, cuando un gobierno no responde a las necesidades, los ciudadanos podemos asumir la responsabilidad exitosa y eficientemente. Sigamos trabajando desde la sociedad civil, promoviendo la participación ciudadana, pero sin dejar de exigir que las entidades gubernamentales cumplan con sus funciones de manera eficiente escuchando a quienes desde aquí trabajamos con mucho entusiasmo por elevar el nivel cultural en nuestro país.

*azh, 14/03/2010

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