Las empresas editoriales buscan asegurar ventas en lugar de apostar por autores jóvenes
La crisis de la industria se agudizó con la bestsellerización del mercado: Alejandro Zenker
El gremio llega el Día Nacional del Libro entre el cierre masivo de librerías en 15 años
Fabiola Palapa Quijas
¿Qué celebramos en el Día Nacional del Libro? De acuerdo con datos de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, en los pasados 15 años han cerrado entre 30 y 40 por ciento de las librerías en el país. Durante 2005, los editores privados distribuyeron más de 115 mil títulos, de los cuales 90.6 por ciento fueron de editores extranjeros y sólo 9.4 por ciento de editores nacionales.
Expertos en el tema coinciden en que los libreros recurren a la mercadotecnia para colocar su producto en el mercado. Se producen miles de ejemplares que compiten por un espacio en las mesas de novedades, pero la vida útil de los libros es muy corta porque después de tres semanas su único destino son las bodegas, sin tener la posibilidad de llegar al lector.
Asimismo consideran que la producción de libros es muy cara y la expectativa de venta, sobre todo de autores noveles, es pequeña. La mayoría de las editoriales independientes no viven de novedades, sino de su fondo, que requiere espacio en las librerías, pero el librero se enfoca al producto o libro que le da más rentabilidad como es el bestseller.
Para los especialistas, las nuevas tecnologías son una alternativa para romper con ese círculo vicioso y crear mecanismos que permitan a los libros estar al alcance del lector.
Editores mexicanos consultados por La Jornada reflexionan sobre el panorama actual de la industria editorial y el futuro del libro.
El Fondo de Cultura Económica (FCE), que dirige Consuelo Sáizar, busca escritores jóvenes con propuestas nuevas; sin embargo, no es muy común que noveles de 30 años produzcan una obra madura, así que los editores del fondo elevaron el nivel de edad y publicaron en la colección Letras Mexicanas a varios autores mayores.
El gerente editorial del FCE, Joaquín Díez Canedo, expresó que han publicado cuentos de Julieta García, poemas de Claudia Hernández de Valle-Arizpe y de José Homero; un libro de ensayos de Mauricio Montiel, y una novela de Eduardo Rojas Rebolledo.
“Hemos dado espacio a voces jóvenes porque todas tienen algo que decir, pero de ahí a que sean relevo de Carlos Fuentes, Fernando del Paso, de Sergio Pitol, el tiempo lo decidirá. Veo muy activa, digamos, la producción literaria en otros lados. Me parece que en la generación que sigue a la de José Agustín hay gente que se consolidará.”
Díez Canedo expresó que los editores se arriesgan bastante con los autores jóvenes porque no suelen ser negocio. Explicó que las editoriales privadas apuestan más a los premios literarios, en los que se genera una dinámica promocional que permite la proyección del escritor ganador, y arriesgan poco con autores nuevos. En cambio, las pequeñas editoriales apuestan más a los autores noveles.
“Muchos autores nos proponen sus obras y el FCE, como editorial de estado, tiene la misión de ocuparse de eso y justamente poder asumir esos riesgos”. El especialista señaló que la vigencia de un autor en el catálogo de una editorial depende a mediano plazo de su calidad, pues el sector está sujeto, como toda industria, al mercado.
“Aquella idea del escritor ignorado sin posibilidad de publicar, no digo que pueda haber un caso, me parece que no es lo común. Hay buenos canales para que nuevas voces tengan oportunidades y ser conocidas.”
Díez Canedo reconoció que son insuficientes las librerías para la cantidad de libros en el mercado. “Existen cadenas de tiendas como Sanborns o Vips que tienen una limitada oferta, pero librerías que tienen un amplio catálogo y atienden un público con otros intereses hay pocas.”
Al referirse al lento desplazamiento de un libro en varias librerías que dedican su espacio a los textos que venden más, expresó: “los autores que no tienen un público asegurado compiten por el espacio con escritores que ya lo tienen; entonces son desplazados, y hay libreros que tienen más interés en apoyar a la literatura personal o que tienen ideas un poquito más especializadas porque el público que las frecuenta tiene ese tipo de interés”.
El gerente editorial del FCE explicó que las librerías para mantenerse y sobrevivir se ven obligadas a limitar el tiempo de exhibición de algunos libros. “Normalmente las editoriales tienen un servicio de novedades que van a consignación en las librerías y en caso de recibir cien libros tienen dos o tres meses para venderlos, de lo contrario se devuelven.
“El libro tiene cierto plazo en el que se vende y después puede desaparecer, descontinuarse o establecerse como un libro de fondo, pero eso sólo ocurre con los autores que tienen trayectoria.
“El FCE tiene una librería virtual que está creciendo año con año en sus ventas y el acervo principal de la editorial está en la librería Rosario Castellanos, donde hay cerca de 35 mil títulos. Si alguien se interesa por un título y no lo encuentra, en 48 horas podemos conseguirlo.”
A diferencia de las editoriales españolas, donde los libros tienen fecha de caducidad y acaban en la trituradora, el FCE cuenta con la venta en línea, realiza ventas nocturnas donde ofrece a menor precio los textos que estaban en las bodegas, y organiza ferias con la UNAM en la Facultad de Filosofía y Ciencias Políticas.
“En otros lugares son libros que no tienen salida y se venden como papel reciclado, pero para nosotros el libro es un objeto de gran dignidad, y hay que tratar de mantenerlo para que los lectores tengan la oportunidad de encontrarse con ellos.”
Para el director de Ediciones del Ermitaño, Alejandro Zenker, la industria está en una suerte de crisis por los grandes cambios que se han dado a lo largo de los decenios pasados y que se están viendo acelerados por los procesos de globalización y concentración de capitales.
Criticó la bestsellerización del mercado, ya que “sólo obras que tienen la posibilidad de vender grandes cantidades de ejemplares justifican su inmersión en la cadena de producción y esto atenta contra la bibliodiversidad, es decir, contra el derecho que tenemos de acceder a la literatura universal”.
Zenker explicó que lo importante es abrir espacios, encontrar mecanismos para que todos tengan acceso a los libros que se están produciendo y decidir qué vale la pena. “Difiero en que no exista nueva literatura que valga la pena; creo que se está produciendo muchísimo y también se está innovando en muchos terrenos, pero hay que abrir los ojos y dejar que el tiempo vaya decidiendo qué vale la pena”.
Respecto a la vida útil que tiene un libro, el editor y fotógrafo expresó que existe una polémica sobre la duración de un título porque hay demasiados libros en el mercado. “El problema existe y seguirá en la medida en que nos limitemos al libro impreso en papel. El libro, el objeto como tal, se está convirtiendo en uno de los principales impedimentos para la difusión del libro mismo. Se está convirtiendo en su propio enemigo.”
Zenker expresó que con las nuevas tecnologías se puede dar perdurabilidad al libro porque mucho de lo que se produce está condenado a una vida muy corta. “En el caso de Ediciones del Ermitaño, nuestros libros los producimos utilizando tecnología de impresión digital, todos están digitalizados y almacenados. La producción es en tirajes cortos, pero tenemos la posibilidad de reimprimirlos constantemente.
“Existen los recursos técnicos para que el libro no desaparezca y para que permanentemente pueda estar al alcance del lector aun cuando no existan puntos de venta físicos.
“Las nuevas tecnologías son la única vía para romper el círculo vicioso en torno al libro y crear mecanismos que permitan el alcance de los libros para el público.”
Sobre el tema de las librerías señaló que su proliferación propiciará que persista el mismo esquema que actualmente vivimos.
“Las librerías manejarán los mismos acervos, los mismos títulos, los bestsellers en particular. La librería es un negocio y el librero lo que quiere es colocar en los estantes aquellos libros que tienen el mayor desplazamiento posible. Hoy cada vez más los libreros son simplemente comerciantes que tienen un espacio disponible y quieren que rinda lo más que se pueda. Qué es lo que rinde más, los libros de texto, los clásicos y los bestsellers que tienen grandes campañas de difusión y promoción.
El editor de Sexto Piso, Diego Rabasa, expresó que “existe una especie de efervescencia en torno a la industria editorial. Hay nuevas editoriales independientes que están haciendo un esfuerzo por salir al mercado y esto beneficia el descubrimiento de nuevos talentos literarios que nos hacen mucha falta. Es importante que las editoriales mexicanas demos salida a estos autores, aunque existe un riesgo porque se trata de una industria muy competitiva.
“No es fácil introducir escritores jóvenes en el mercado y menos si el aparato de difusión de editoriales como Sexto Piso no es como el de las grandes casas. Tenemos el reto de que al pasar el libro por la mesa de novedades, buscarle otro espacio para que no pase a los estantes que son prácticamente como un cementerio para los títulos que no son clásicos.”
Rabasa agregó que uno de los grandes retos de las pequeñas editoriales es luchar para que su catálogo permanezca con la mayor cantidad de títulos vivos posibles.
El director editorial de Herder, Jan-Cornelius Schulz Sawade, consideró que en el país existe un número importante de escritores, pero el problema es que la producción de libros es muy cara y la expectativa de venta de autores nuevos y jóvenes es pequeña.
Reconoció que en las editoriales apostar por un autor joven puede ser fatal, aunque se trate de escritores que en un futuro serán importantes.
Schulz señaló que el problema de una distribución adecuada es un tema eterno y que se debe a la falta de librerías fuera del Distrito Federal. “Por supuesto, la librería es un negocio, pero no es un negocio si la gente quiere comprar un producto de consumo y requiere de la ayuda de un librero que no conoce la multitud de productos que tiene para vender.
“Es verdad que un libro aparece y no se encuentra en las librerías, según la decisión del librero que quiere o no la novedad. Una editorial como Herder no vive de novedades, sino del fondo, y ahí el problema crece porque para que una librería exhiba parte de nuestro fondo requiere de espacio y dinero aunque esos libros desaparecen pronto.
“El librero se concentra en negocios que le cuestan menos esfuerzo y más rentabilidad, como un bestseller”. Asimismo recomendó que si una persona quiere ganar mucho que mejor no invierta en una librería, pues es muy importante que conozca el oficio y cuente con personal capacitado.
“La formación de buenos libreros y no aficionados es fundamental. Debe ser personal con vocación y esto no es fácil porque la gente quiere ganar dinero.”
El editor agregó que el caso de la gran cantidad de libros que pasan unos meses en exhibición y luego desaparecen, causando pérdidas a la editorial, tiene como solución la venta por Internet y el precio único.
“En una editorial que produce mucho, una bodega llena es un costo brutal, así que esas editoriales venden por saldo y a especialistas que compran grandes cantidades de libros para supermercados; incluso pueden destruirlos, pero con un documento notarial para que no aparezca el libro misteriosamente en otro sitio.
“Esta situación en México no ocurre, al contrario, compra muchos saldos de otros países como España, donde existen muchos libros no afortunados que después de cierto tiempo en las bodegas son triturados. La vida de un título en el país es más larga que en Europa, eso es seguro.”
Laura Delgado, directora de la editorial independiente El Naranjo, señaló que como pequeña empresa son pocos los espacios donde se exhiben sus libros. “Si son novedades los colocan una o dos semanas de frente y a la vista del lector, después no se ven”.
Agregó que la cultura no está reñida con el marketing, pero “los espacios comerciales que son las librerías tendrían que dar más lugar y permanencia a las propuestas que son novedosas, para que no llegues y encuentres torres de libros de pocos títulos.
“Es complicado el mercado, pero El Naranjo cuenta con lectores y tenemos que ganarnos nuestros espacios en las librerías que deberían tener una política de apoyo más fuerte a propuestas que sean diferentes.”
Doris Bravo, editora de Planeta, explicó que siempre dan apoyo a los jóvenes autores y cuando presentan una buena obra realizan un tiraje de cuatro mil ejemplares para darlo a conocer. “Tranquilamente tiene dos años de vida un título de un autor poco conocido en el mercado y sacamos menos novedades, pero arropadas por el marketing”.
El director de Nostra Ediciones, Mauricio Volpi, señaló que el área de literatura infantil de la editorial tiene la misión de buscar nuevas voces, tanto en ilustradores como en escritores. “La calidad en ilustración y textos es lo que buscamos en los noveles autores.”
Volpi indicó que la editorial se encarga de su distribución y su catálogo lo han colocado en 80 por ciento de las librerías del país. “Nosotros sí manejamos textos que reimprimimos. La apuesta de nuestro fondo es hacer muy buenos libros para que se vayan manteniendo en el mercado. No somos una editorial de pura novedad, nuestras novedades los mantenemos y las reimprimimos.”