(Texto escrito con motivo de las sesiones de fotografía que realizó Alejandro Zenker en Puebla)
Para Laura y Alejandro
Nunca había tenido días tan movidos en esto de la desnudez. Todo empezó cuando José Luis Escalera nos invitó a participar en la sesión fotográfica de un escritor con una modelo desnuda, a propósito de la exposición de Arte erótico.
¿Mujer contra mujer?, pensé. ¿Una vestida con una desvestida?, eso no es parejo, no estamos en igualdad de circunstancias. Siempre que he visto mujeres desnudas ha sido en algún club deportivo, todas en fila bañándonos sin importar las desnudeces. Sin embargo, acepté.
Dos días después, fui arrastrada por mi amiga Concepción Zayas a otra experiencia mágico erótica, un baño de temascal, en un lugar cercano a la ciudad de Puebla, con dos mujeres, madre e hija, indígenas nahuas.
De las dos sesiones doy relación:
1. Máscara contra cabellera
Temerosa, un tanto inquieta, me presenté vestida de negro como lo pedía Alejandro Zenker, el fotógrafo.
Dama de negro me sentaron en una silla, y alrededor una sirena dando vueltas. Sus cabellos rozaban con mi frente, sus pechos con mis hombros. Así permanecimos, yo tensa, ella desenvuelta, yo amarrada como Odiseo, ella cantando con su cuerpo. Hasta que la sirena fue sacando mi desnudez. Esa era la provocación. No su cabellera negra enredándose entre mis piernas: cuando me di cuenta, yo ya estaba desnuda, acompasando sus movimientos con los míos, hipnotizada. Dama de negro desenvuelta al ritmo que marca el cuerpo, el fotógrafo, la luz. Integrada al claroscuro, al vientre materno, donde con libertad danzas en el fluido de tu propio ser, de tu desnudez.
Dama y sirena
¿En dónde el cuerpo?
Ella en su desnudez
Y yo vestida
Yo disfraz de dama negra
Ella sirena
Atadas
por un sueño
enrebozadas
Niñas que juegan
a crecer
y se miran
los pezones erectos
los pubis en retoño
entrelazados cuerpos
de juguete
tan cercanos
tan distantes
Dama y sirena
son lo mismo
caras de la moneda
cartas de lotería
dos cuerpos amarrados
al mástil de la vida
2. Mujer contra mujer
Un vez metida en esto de la desnudez mujeril la experiencia se volvió más intensa en el baño de temascal. Cuatro mujeres desnudas, sin temores, frente a frente limpiando el cuerpo, las dos indígenas hablando en náhuatl, las otras dos recostadas esperando el turno para ser hojeadas.
Dos atados de hojas recorren mi cuerpo, uno de cada lado, desde los hombros hasta las pantorrillas, desde el pecho hasta la punta de los pies.
En el diminuto espacio, en este útero tiznado, lleno de vapor, de sudores entremezclados, de rito, un pequeño foco me recuerda el claroscuro de Zenker. ¡Cómo no está aquí!, tomando fotos a la madre y la hija que nos golpean suavemente a un mismo ritmo con sus hojas, que sin ningún empacho nos muestran sus pechos, sus nalgas, sus pubis, sin afán erótico y sin embargo, tan hermosas pese a la edad, pese al cuerpo marchito, pese a la cesárea que trastorna el cuerpo.
Mi mayor asombro viene cuando entra Chilam, el pequeño hijo de Coni, de apenas año y medio. La mujer mayor lo toma entre sus manos con destreza, el niño llora, ella le sopla en los pies, en la cabeza, en los oídos, lo mueve rápidamente como a un recién nacido, lo baña de agua en todo el cuerpo con una jícara. Después lo envuelve bien, como un tamal. El niño calla, sale de la matriz, ha renacido. Es su bautizo náhuatl. ¡Cómo no está Zenker con su cámara!
Temascal
Entramos al silencio
al útero encendido
al nicho de agua
el cuerpo lleno de fluidos
(por fuera
por dentro)
el agua se diluye para renacer
y somos gotas que susurran en pezones
en nalgas, en vaginas
haciendo su labor de limpia
y somos hojas que recorren cuerpos
en rítmico paseo
luciendo nuestra desnudez
En el vapor
untados de energía
los cuerpos somos otros
(nosotros) en comunión con la matriz del mundo
Despojados, deshojados
nos llega la certeza
de la inmortalidad
Puebla, Pue., agosto de 2007