La profesionalización del editor independiente

Ponencia para el Encuentro Internacional de Editores Independientes
FIL Guadlajara 2005

La professionnalisation de l’éditeur indépendant.
Alejandro ZENKER, éditions del Ermitaño (Mexique)

Historiquement, l’éditeur est davantage un autodidacte qu’un professionnel issu d’une institution académique, et l’éditeur indépendant, un passionné du livre plus qu’un professionnel de l’édition. C’est là sa faiblesse et c’est pourquoi il est nécessaire de professionnaliser le secteur, par la mise en place d’une formation systématique à deux niveaux : actualiser le savoir faire de ceux qui exercent déjà la profession, et préparer la formation des étudiants, futurs éditeurs. Pour cela, il faudra tenir compte de plusieurs paramètres essentiels comme l’impact des évolutions technologiques sur la profession, le travail de reconnaissance sociale du professionnel de l’édition et la lutte face à la constitution de grands groupes éditoriaux, conséquence de la mondialisation économique. Sans la professionnalisation et la recherche, la survie de l’édition indépendante est gravement menacée.

Sobre la profesionalización de los editores.
Alejandro ZENKER, ediciones del Ermitaño (México)

Históricamente, el editor es más un autodidacta que un profesional salido de una institución académica, y el editor independiente, un apasionado del libro más que un profesional de la edición. Es ésta su debilidad y la razón por la cual resulta necesario profesionalizar el sector, con la creación de una formación sistemática a dos niveles: actualizar el quehacer de los que ya ejercen la profesión, y prepara la formación de los estudiantes, futuros editores. Para ello, habrá que tener en cuenta varios parámetros esenciales como el impacto de las evoluciones tecnológicas sobre la profesión, el trabajo de reconocimiento social del profesional de la edición y la lucha frente a la constitución de grandes grupos editoriales, consecuencia de la mundialización económica. Sin la profesionalización y la investigación, la supervivencia de la editorial independiente está gravemente amenazada.

A profissionalização do editor independente.
Alejandro ZENKER, Editora del Ermitaño (México)

Historicamente, o editor é sobretudo um autodidata mais que um profissional saído de uma instituição acadêmica, e o editor independente, um apaixonado do livro mais que um profissional da edição. Essa é sua fragilidade e é por isso que é necessário profissionalizar o setor, através da implantação de uma formação sistemática em dois níveis : atualizar os conhecimentos dos que já exercem a profissão, preparar a formação de estudantes, futuros editores. Para isso, é necessário considerar vários parâmetros essenciais como impacto das evoluções tecnológicas sobre a profissão, o trabalho de reconhecimento social do profissional da edição e a luta diante da constituição de grandes grupos editoriais, conseqüência da globalização econômica. Sem profissionalização e pesquisa, a sobrevivência da edição independente está gravemente ameaçada.

En el quehacer editorial se conjugan tanto las artes como las ciencias. Sin embargo, cada vez predominan más las ciencias y quizá menos las artes. El editor ha sido históricamente más un autodidacta que un profesional egresado de una institución académica, y lo mismo ocurre en el ámbito mundial, pues el denominador común es que las diversas entidades no incorporen en su currículo las ciencias y artes del libro. En las grandes corporaciones editoriales, esta falta de formación integral se suple con la concurrencia de especialistas que abordan, cada uno (y generalmente de manera disociada), los distintos aspectos del quehacer editorial, desde la contratación de las obras, la producción editorial (revisión y marcaje, tipografía y formación, lecturas), la impresión y encuadernación, hasta el marketing.

Las editoriales independientes viven, sin embargo, una realidad distinta. Generalmente son producto de la voluntad artesanal de una persona o, en el mejor de los casos, de un pequeño grupo de entusiastas del libro. Acometen la tarea más con pasión que con conocimientos y recursos. Más que profesionales del quehacer editorial, son apasionados del libro. Estas carencias hacen que los proyectos que emprenden tengan, en su mayor parte, poco impacto y corta vida, más aún en países de mediano o bajo desarrollo, donde realizan su labor enfrentando incontables obstáculos y nulos incentivos; por eso urge impulsar una labor sistemática de capacitación.

Al hablar de profesionalización enfrentamos grandes problemas. Distingo dos grupos: el de los editores que ya se desempeñan como tales y carecen de conocimientos en muchas áreas, y el de los futuros expertos del libro a los que hay que formar. ¿Sobre qué bases dotar de las nociones necesarias a editores y estudiantes para enfrentar su presente y tener éxito en el futuro? La formación profesional parte de un principio básico: lo adquirido a lo largo de cuatro años de estudio, por señalar un plazo, debe ser aplicable durante la vida útil del individuo, y ésta es muy larga en comparación con la duración de la validez de algunos conocimientos. La velocidad con que la tecnología está cambiando repercute de manera directa en nuestro quehacer, al grado que, de no contar con personal permanente actualizado, el peligro de caer en la obsolescencia es mayúsculo.

Para ilustrar el asunto, les contaré algo que me tocó vivir hace más de 20 años, cuando fui director de una institución cuyo objetivo era formar traductores e intérpretes. La situación era similar a la que viven hoy los editores. Se trataba de actividades que carecían de reconocimiento profesional y que, por lo tanto, cualquiera desempeñaba impunemente: los jefes encargaban traducciones a sus secretarias, supuestamente “bilingües” pero que a duras penas dominaban su propio idioma, como hoy se encarga la producción de un libro a insensatos impostores, diseñadores gráficos en el mejor de los casos, que confían en la automatización de los programas de diseño y composición tipográfica, ignorando las más elementales reglas del oficio.
En aquel entonces había, quizás, una ventaja en el terreno de la traducción e interpretación: ambas carreras se impartían a nivel técnico y ya existían estudios con características de posgrado. A un grupo de entusiastas y a mí me/nos tocó elevarlas a nivel de licenciatura y encabezar la lucha por su reconocimiento profesional en México, con el respaldo de la Asociación de Traductores Profesionales, que previamente habíamos fundado. De entonces a la fecha, la situación de traductores e intérpretes ha cambiado notablemente.

Extrapolando esa experiencia, diría que hoy enfrentamos en el terreno del quehacer editorial un reto similar. Necesitamos, por un lado, profesionalizar esa labor y, por otra, lograr su reconocimiento social vs. la improvisación. No pretendo ofender a quienes hoy ejercen el quehacer editorial sin una formación académica, forjados en la fragua de la práctica. Lo mismo pasaba en el ámbito de la traducción y la interpretación. Quienes se desempeñaban en ambas actividades aprendieron sobre la marcha y desarrollaron, además, una teoría. Esos profesionales empíricos se convirtieron en los teóricos y profesores de las futuras generaciones de licenciados en traducción e interpretación. Hoy, los editores empíricos tenemos frente a nosotros un reto similar: formar a las nuevas generaciones de licenciados en las ciencias y artes del libro, los futuros editores.

La creación de carreras profesionales en este terreno no es sino el inicio de una larga batalla que debemos librar, una labor a largo plazo que debe ir de la mano con la creación de conciencia social sobre dicha actividad. Quienes tengan en sus manos la responsabilidad de convertir los textos de los autores en libros deberán ser profesionales calificados. El segundo frente está, hoy y ahora, en cómo profesionalizar a los que ya ejercen la labor editorial.

Partamos de un principio básico: convertir los textos y demás materiales gráficos de los autores en libros no es sino la primera parte de una compleja cadena que lleva la obra del autor a las manos del lector. Lo que distingue a buena parte de las editoriales independientes es precisamente la capacidad de hacer libros, pero esto no convierte a nadie en editor. Hoy en día la labor editorial se concibe como aquella que logra que el texto llegue al lector, y muchos de los libros que produce el editor independiente no conocen otro destino más que el de las bodegas. Esto podríamos atribuirlo no a quien edita, sino a las condiciones de un mercado acaparado por las grandes corporaciones que lo han moldeado a su imagen y conveniencia.

Los problemas que vivimos y que hacen que nuestros libros no lleguen a manos del lector, son de naturaleza exógena, aunque tienen un componente endógeno vital. Es decir, hay razones externas que propiciaron lo que percibimos como “crisis”. Quizá la más importante ha sido el fenómeno económico-político conocido como globalización. Las fronteras se abrieron y las grandes editoriales se convirtieron en trasnacionales del libro. Compraron editoriales menores, fusionaron catálogos, descartaron libros que según sus parámetros de rentabilidad no eran comerciales e iniciaron así un proceso de contracción de la oferta del libro y una invasión internacional de sus productos, es decir, de best-sellers. Las editoriales independientes salieron al paso y mantuvieron la bandera de la bibliodiversidad en alto, abriendo sus puertas a nuevos escritores, apostando a nuevas propuestas y retomando libros que, siendo valiosos para la cultura universal, desplazaron a las megaeditoriales del catálogo mercenario. Pero la globalización ha conducido a muchos otros cambios en los terrenos económicos, políticos, sociales y culturales que inciden también sobre el proceso.
La industria editorial en general se encuentra inmersa en un profundo cambio y muchos no se han dado cuenta. A lo anterior se suman las transformaciones acentuadas por la revolución tecnológica que todo lo impregna, particularmente nuestro quehacer. Aunque apenas araña nuestro trabajo, tendrá inmensas implicaciones y nos enfrentará, en muy poco tiempo, a un panorama muy diferente al actual.

No nos equivoquemos. No se trata simplemente de cambios en la correlación de fuerzas, en las políticas públicas hacia el libro y la lectura o de la introducción de leyes más o menos favorables para nuestra industria. Hablamos, más bien, de un cambio del paradigma que lleva el texto del autor al lector. Ya está ocurriendo y afecta sin excepción a empresas grandes y chicas. Los gigantes de la industria, de cualquier industria, no están exentos de riesgos por ser grandes y manejar grandes capitales. Al contrario, el gigantismo los acrecienta. El capital busca maximizar sus rendimientos. Las grandes corporaciones se rigen por la lógica del capital, y éste huye de los riesgos y se acoge a reductos más sólidos. Por eso han transformado el mercado a su conveniencia y siguen buscando ferozmente adecuar las leyes y el mercado. Hay, sin embargo, fuerzas que están trabajando en contra de sus intereses actuales, impulsadas por otras grandes corporaciones que han desarrollado desde hace años tecnologías que rompen el paradigma comercial de la industria editorial clásica. Estas nuevas tecnologías constituyen a la vez un riesgo y una oportunidad para todos, particularmente para las pequeñas editoriales.

De lo anterior podríamos deducir que lo que nos impide competir exitosamente son sobre todo las condiciones del mercado. Esto, sin embargo, es una verdad a medias o, más bien, errónea. En un mercado que se rige por la lógica del capital, quienes representamos la defensa de la bibliodiversidad difícilmente incidiremos en la transformación de las leyes a nuestro favor. El mercado seguirá obedeciendo a los magnates de la “bestsellerización” del mercado. El camino se encuentra, si acaso, por otra vía.

¿Cómo enfrentarlo entonces? Regresamos al tema central: mediante la profesionalización del editor independiente, en el conocimiento de las ciencias y de las artes del libro y su aplicación a nuestro quehacer. Sin estas herramientas, mal podremos enfrentar no sólo las condiciones adversas del presente, y menos aún los retos del futuro. Hay quienes piensan que el editor no se hace, nace. Nada más falso. Por supuesto, hay quienes editan por pasión y gran parte de los editores independientes han surgido así. Sin embargo, cuando no se adueñan de los conocimientos necesarios, tienen que contratar a quien los tenga o desaparecen inexorablemente. ¿Cómo lograrlo? Gran parte de los editores independientes son, además de editores, profesionistas que trabajan en otras áreas que, generalmente, son las que les producen gran o buena parte de los recursos que requieren para sobrevivir, y así tenemos editores-profesores, editores-diseñadores, editores-funcionarios, editores-impresores, etc. Todos desearíamos vivir de nuestra labor editorial, pero pocos lo hacemos. El desconocimiento de las leyes del mercado, la incapacidad de crear una estructura comercial eficaz, el empeño en seguir los estereotipos y la falta de una búsqueda pertinaz de nuevos caminos para la comercialización del libro, impiden que hagamos de nuestra labor editorial un trabajo rentable. Una “editorial”, en el sentido de proyecto empresarial, es la que cubre profesionalmente todo el ciclo (texto-edición-distribución-venta), y no la que simplemente hace libros bonitos a partir de buenos contenidos; libros que fracasan en su objetivo de llegar al lector.
Dominar las ciencias y artes tradicionales no servirá de mucho si a la vez no incursionamos en la investigación de las transformaciones actuales y, por lo tanto, de los cambios que se avecinan (y que ya están en proceso). La investigación es el arte de la previsión. Si no sabemos identificar hoy los cambios, nos arrollarán cual tsunami sin dejar rastro de nosotros. Tenemos muchos ejemplos recientes, particularmente en la industria de las artes gráficas, como cuando surgió la computadora armada de un escáner y una impresora láser que desplazó a quienes subsistían tranquilos entre una variedad de ofertas, como el linotipo, la composer y la fotocomposición, para producir tipografía. En poco tiempo, esas tecnologías quedaron obsoletas. También los autores y traductores tuvieron que adaptarse: la computadora se impuso a la máquina de escribir, y ahora les exigen archivos electrónicos. Quien no esté familiarizado, pasará malos ratos en el futuro.

Profesionalizar implica, por lo tanto, dos componentes:

a) el del dominio de las ciencias y artes del libro y
b) la adecuación de las mismas, a través de la investigación, a los cambios que se están dando y se van a dar, de manera que estemos preparados para enfrentar las actuales condiciones y para capacitar adecuadamente a las nuevas generaciones de editores.
Los que hoy estamos en el mercado necesitamos urgentemente, si queremos sobrevivir, profesionalizar nuestras editoriales.
El editor presenta el síndrome inequívoco de que está en crisis, de que percibe los cambios y de que no sabe cómo enfrentarlos: lamenta que el pasado se haya ido y asegura que antes “todo era mejor”. La mala noticia es que el tiempo no volverá, y el pasado, pasado fue. Sin la adaptación a las nuevas condiciones, las editoriales están en vías de extinción.
Los anuncios de Google, Amazon y Yahoo-Microsoft encaminados a la creación de la megalibrería y la megabiblioteca global, tanto del libro electrónico como con soporte en papel, vinculados a las tecnologías de impresión digital y apoyados en la automatización e internacionalización de los procesos no son más que el inicio de las transformaciones que le esperan no sólo al mercado, sino también a los extremos de la cadena: el creador- autor y el lector.
El tiempo es breve para desarrollar el tema con mayor amplitud, por lo que concluiré con una buena y una mala noticia: la buena es que el editor independiente tiene más posibilidades que la megaeditorial trasnacional de adecuarse rápidamente a los cambios y de profesionalizar su quehacer en función de esas nacientes necesidades; la mala es que quien no se profesionalice y se adapte velozmente, tendrá poco tiempo de vida en el mercado.
Confío en que estos encuentros y la conformación de alianzas coadyuven a que nos mantengamos firmes. Espero que volvamos a vernos para festejar nuestra subsistencia y la desaparición de quienes han prostituido /envilecido al mercado impulsados por su amor, no al libro, sino al lucro desmedido, generando pobreza cultural.

ALEJANDRO ZENKER: Director general de Solar, Servicios Editoriales, y Ediciones del Ermitaño, secretario general de la Alianza de Editoriales Mexicanas Independientes (AEMI) y director del Instituto del Libro y la Lectura (ILLAC). Realizó sus estudios de pedagogía en Alemania y de traducción en El Colegio de México. Entre muchos otros cargos y actividades, fue fundador y presidente de la Asociación de Traductores Profesionales (ATP) y del Consejo de la Federación Internacional de Traductores, en cuyo marco presidió el Comité para los Centros Regionales y fundó el Centro Regional de los Países del Norte de América (México, Estados Unidos y Canadá). Ha organizado gran cantidad de coloquios y congresos nacionales e internacionales y ha sido ponente en infinidad de foros en México y en el extranjero. Fue director general del Instituto Superior de Intérpretes y Traductores y miembro de la mesa directiva de la Asociación Mexicana de Lingüística Aplicada (AMLA). Fue corresponsal para América Latina de la revista Babel, órgano de la Federación Internacional de Traductores publicado por la UNESCO. Es director de la colección Minimalia, de la revista Quehacer Editorial y editor de la revista TransgresiónES. Promotor y director del Pabellón Tecnológico de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara y asesor académico de la misma en 2001, ha sido pionero en México y entusiasta difusor del uso de las nuevas tecnologías en el medio editorial.

(Ponencia publicada en las memorias del Encuentro)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *