Palabras de Alejandro Zenker en la presentación del proyecto en enero del 2004
Hace tres años elaboré un proyecto para impulsar la creación de un Instituto del Libro y la Lectura. Partí de que las condiciones eran propicias para abordar de manera sistemática un sinfín de asignaturas pendientes que me parecían impostergables. Desde que me incorporé de lleno al quehacer editorial, hace unos 20 años, dos grandes temas afloraban una y otra vez en las discusiones: la necesidad de profesionalizar el medio y la necesidad de ampliar la base de lectores por la vía del fomento de la lectura.
La necesidad de profesionalizar el medio se ha ido haciendo más patente conforme hemos vivido las transformaciones tecnológicas y de mercado de las últimas décadas. Partía yo, y sigo partiendo de ello, de que es necesario crear carreras técnicas y a nivel de licenciatura para satisfacer la demanda de profesionales de las diversas especialidades que componen el quehacer editorial. Porque esa es otra de sus peculiaridades. Hemos hablado mucho del “editor”, como si sólo una persona pudiera incorporar todos los conocimientos necesarios para llevar a cabo exitosamente la labor editorial de una entidad, cuando en realidad se requiere de varios especialistas trabajando en mancuerna. Por eso hablamos también de que la solución a los problemas se tiene que dar de manera multidisciplinaria.
En estos últimos años hemos sido testigos de innumerables esfuerzos a favor del libro y de la lectura, pese a los cuales no sólo seguimos sufriendo incontables dificultades para sobrevivir como editores o para seguir trabajando en nuestras áreas de especialización, sino que éstas se han venido agudizando. Años atrás impulsamos el Pabellón Tecnológico en el marco de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, realizamos un coloquio y publicamos la obra El libro y las nuevas tecnologías. Esas actividades me permitieron ver que hay numerosos colegas a los que mueven las mismas o similares inquietudes, y que realizan labores de estudio, investigación o capacitación por su propia cuenta, de manera aislada. Por otro lado, en las pláticas, en las mesas de discusión, salen una y otra vez propuestas muy interesantes en torno al quehacer editorial y a la lectura. Así decidí crear la revista Quehacer Editorial (y aprovecho para invitarlos a colaborar con artículos) y lanzar un boletín electrónico homónimo con objeto de difundir más la idea de crear el Instituto del Libro y la Lectura y de contar con una herramienta que concentre ese capital intelectual disperso.
Finalmente tomé la decisión, el año pasado, de concretar las cosas y di los pasos formales para crear el ILL como una asociación civil y comenzar a darle vida. La idea era y sigue siendo que el ILLAC surja como una iniciativa de la sociedad civil, que sea una entidad que aglutine no a las instituciones, sino fundamentalmente a los individuos para proporcionarles un marco de referencia y un espacio de actividad y de acción, y que nazca con una firme vocación de institución independiente. Pero que sea incluyente, es decir, que abra sus puertas no sólo a los llamados “editores”, sino a todos los que componen tanto el ciclo del libro como el proceso de producción: autores, traductores, diseñadores, editores, correctores, tipógrafos, impresores, encuadernadores, promotores, libreros, bibliotecarios, en fin, a todos los que tienen que ver con la cultura del libro, incluyendo por supuesto a los mismos lectores, muchos de ellos profesionistas que carecen de espacios propios para capacitarse, aportar conocimientos mediante la investigación y difundirlos. Pero aclaro que no se trata de crear una entidad gremial o política, sino una institución más que nada académica dedicada a la investigación, a la docencia y a la difusión y vinculación.
Sin embargo, de ninguna manera quería que esto fuera sólo la iniciativa de un individuo a la que los demás se sumaran. Confío en la creatividad colectiva, en la posibilidad de unir talentos y esfuerzos. Fue así como invité a cinco colegas a unir energías para sentar las bases de esta naciente institución, y ellos aceptaron. Se trata de Pedro Bayona, Tomás Granados, Ivonne Gutiérrez, Miguel Angel Sánchez y Francisco Vargas, a quienes de nueva cuenta agradezco su buena disposición y entusiasta colaboración. Desde el primer día que nos reunimos les dije que partíamos nuevamente de cero sin jerarquías ni privilegios, y así hemos trabajado, como un grupo en el que cada quien ha aportado sus conocimientos, su talento, en igualdad de circunstancias.
Hoy los hemos convocado para presentarles los primeros resultados de estos meses de reuniones, en que nos hemos visto regularmente una o dos veces por semana. La intención es la misma que nos inspiró en nuestra primera reunión de trabajo: abrirnos para ahora exponerles el resultado de un trabajo en equipo e invitarlos a sumarse a este esfuerzo con sus críticas, opiniones y sugerencias. Por supuesto, nuestra idea es que ustedes se integren al ILLAC como miembros. Como toda organización, el Instituto del Libro y la Lectura, superada esta fase, habrá de contar con una estructura orgánica. Queremos que se convierta en una institución fuerte y significativa que aporte la voz de quienes tenemos algo qué decir sobre las ciencias, técnicas y artes del libro, pero que también opine sobre lo que se hace y señale rutas que nos permitan avanzar con firmeza, basados en el trabajo de todos nosotros, para fortalecer la cultura del libro y de la lectura.