Hoy tenemos en nuestras manos un libro de una frescura única gracias a la casualidad por un lado, y a la dedicación y perseverancia de Ignacio Betancourt, por el otro. Un libro en cuya lectura deberían aventurarse los que están libres de complejos y prejuicios. Un libro que desacraliza la poesía en general y el soneto en particular. Un libro que invita, reta, provoca, evoca y lleva a la generación de imágenes irreverentes, tan sanas en nuestras sociedades mediatizadas.
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