Hoy cumplimos un año de estar encerrados a raíz de la pandemia. ¡Un año! Cuando decidimos ya no salir, intuíamos que sería un encierro largo. Habíamos leído mucho sobre lo que había estado aconteciendo en otros países, y nuestras premoniciones catastróficas indicaban el peor de los escenarios. Si en marzo la pandemia estaba apenas llegando al país, conociendo a nuestros paisanos —y a nuestro gobierno— imaginamos una larga sucesión de contagios que se prolongaría hasta el inicio de la influenza. Sí vislumbrábamos, pues, que a principios del 2021 seguiríamos encerrados. Lo que no imaginábamos era que esto podría prolongarse al menos hasta el 2022, como ahora todo parece indicar que sucederá. No sólo porque faltan vacunas en el mundo, sino porque aún hay incertidumbre sobre su efectividad y porque el virus ha estando mutando de manera inquietante. Desde el punto de vista profesional, la experiencia ha sido toda una sorpresa. Pudimos reorganizar nuestro quehacer editorial y permanecimos activos de manera continua. Nimue siguió tomando clases, ahora a distancia, y se las ingenió con sus compañeros de la escuela para mantenerse en contacto a través de las redes sociales y los dispositivos tecnológicos. Los juegos interactivos en línea los mantuvo unidos, jugando a diario en grupo. El parque fue sustituido por la iPad, el iPhone y la computadora. Por otra parte, los adultos pudimos no solo mantener, sino incluso potenciar los proyectos. En la Red de Librerías Independientes (RELI), la Liga de Editoriales Independientes (LEI) y Trabajadores de la Edición (TE), intensificamos nuestras actividades. Las reuniones, las mesas redondas, los conversatorios se multiplicaron. El diálogo se fortaleció y emergieron infinidad de acciones alternativas en todos los ámbitos, como las ferias virtuales del libro, por ejemplo. En Solar logramos consolidar nuestra plataforma tecnológica de distribución bajo demanda (Librántida) y pulir y lanzar nuestra “Librería a tu Medida”, al tiempo que migramos la Librería del Ermitaño al tejido web. Fue inevitable reducir operaciones y recortar personal; pero logramos preservar buena parte de las fuentes de trabajo. Lo más duro fue perder en el camino a tantos amigos y conocidos. Las redes se convirtieron en obituarios diarios. Perder amigos tan cercanos como Sandro Cohen y Joaquín Astorga nos golpeó durísimo. Infinidad de amigos y amigas perdieron a su vez a familiares y gente muy cercana. Ha sido un año muy trágico, muy triste, en el que entre alegrías predominaron las tristezas. Sabemos que nosotros, Noemí, Nimue y yo, hemos sido privilegiados porque nos hemos mantenido unidos, disfrutándonos y apoyándonos unos a los otros en el día a día. Nada de esto habría sido posible sin la entrega de mi hija Xiluén en el campo de batalla laboral. Ella fue quien sacó adelante el barco sin escatimar esfuerzos, superando también épocas muy difíciles para ella. Al final del día, seguimos aquí, reaprendiendo a trabajar, a estudiar, a vivir bajo estas nuevas circunstancias. ¿Que si las cosas volverán algún día a esa vieja normalidad que añoramos? Lo dudo. Al menos no en lo que a libro y lectura se refiere. Aunque puede ser que me equivoque. Es más, espero equivocarme. Añoro ese pasado en el que teníamos abierta nuestra librería, en que constantemente celebrábamos actividades académicas, culturales y de profesionalización en nuestros amplios espacios que ya llevan, tristemente, un año vacíos del calor y barullo humano que, confieso, tanto extrañamos…