Estamos tristes, pero también encabronados. Terminamos esta semana con los sentimientos a flor de piel. La iniciamos con los sobresaltos por la hospitalización de Pepe, el papá de Noemí. Estuvimos en vilo al pendiente de su salud, de su operación y recuperación. Ahora estamos a la espera de que mañana le hagan la prueba PCR a Noemí, para asegurarnos de que no contrajo el bicho mientras estuvo en el hospital con su papá. Hemos pasado una larga semana guardando distancia y protegiéndonos más o menos en la casa, sin esos largos abrazos que nos hacen ser uno. Hemos estado trabajado en los muchos proyectos que traemos entre manos: Librántida, que nos permite comercializar libros a nivel nacional; Librerías a tu medida, ligado a Librántida, con unas perspectivas que nos entusiasman; y nuestros clásicos, como Ediciones del Ermitaño y Librería del Ermitaño. También hemos estado activos en la RELI (Red de Librerías Independientes), que va muy bien, y en la reactivación de la Liga de Editoriales Independientes (LEI), con muchos proyectos por delante. Esa parte, la del trabajo, nos mantiene entusiasmados. Pero no podemos soslayar nuestra tristeza por tantos amigos que se han ido, por tanto que están enfermos, por la situación general que pareciera chambear en contra nuestra. Estamos tristes, pero también encabronados. Estamos en marzo, y la indignación de las mujeres, y de todos con ellas porque sin ellas no somos un todo, está a flor de piel. Indigna la impunidad, la desigualdad, la inequidad, la discriminación, la incomprensión. Pero ahora las vallas de acero que rodean a un Palacio Nacional de quien se siente rey o emperador indigna aún más. Toda la fuerza del Estado contra ellas, pareciera ser la consigna. Es una pena. Qué tristeza nos das, México. Pero en las mujeres radica nuestra esperanza. De antemano, toda indignación es más que justificada. ¡Que arda México ante la indignación! (Pero cuídense, que la pandemia sigue campeando).