Hoy inició la FIL de Guadalajara 2020, con una edición especial, virtual. Por un lado, hay que felicitar a los organizadores por llevar a cabo aunque sea una versión en esa modalidad. Por el otro, en lo personal creo que se tardaron demasiado en tomar una decisión que era más que evidente desde hace meses. Era previsible que la situación empeoraría a partir de noviembre, sobre todo por la combinación de Covid + Influenza. Por supuesto, muchos sentimos nostalgia por la versión presencial de la feria. Desde hace semanas quienes participamos de manera activa en la FIL, con stand propio, ya echábamos de menos el ácido tradicional que inicia apenas termina la feria anterior. Desde reservar hotel (cosa que hacemos desde febrero o marzo), buscar al proveedor que diseñará y montará el stand, reservar espacios para la presentación de novedades (que se acaban en los primeros meses del año), planear las novedades que habremos de presentar, coordinarnos con autores y presentadores, armar una agenda de compra y venta de derechos, establecer citas de negocios o encaminadas a articular proyectos, etc. La FIL es una gran fiesta. Es un lugar fundamentalmente de encuentros. Pero también un ring en el que se dirimen infinidad de diferencias entre grupos editoriales y de interés. La grilla entra en su máximo apogeo. Las diferencias en el seno de la CANIEM es tema diario en los pasillos; las disputas entre los “independientes” también. El mundillo editorial mexicano e internacional está lejos de encontrar la unión. Por encima de los intereses gremiales suelen estar los comerciales. Los abrazos y besos sinceros suelen mezclarse con los cínicos e hipócritas. Pero no es la FIL: es el medio. Si algo ha puesto de manifiesto esta pandemia es precisamente que esa enorme pugna histórica en el medio editorial es lo que ha debilitado a toda la cadena, a la red, a la industria. El gobierno de la 4T no solo ha golpeado: ha madreado, pisoteado, escupido, meado, cagado y vomitado sobre todo el sector cultural en general y editorial en particular. En buen parte, eso se ha debido a la división, a la fratricida grilla y a la suicida división que priva en el medio desde hace mucho tiempo. La FIL no ha sido sino el hipócrita encuentro entre contrarios que luego de abrazarse mientan madres contra sus “adversarios”. Quizás esta pandemia finalmente nos haga ver a todos que lo que necesitamos es la unión, que el enemigo está en otro frente, y que si no encontramos un mapa de ruta unificador, entre autores, editores, libreros y demás protagonistas de la cadena, nos harán pedazos, como ya está sucediendo. ¿Servirá para esto esta FIL virtual? Espero que sí, aunque comienzo a dudarlo…