La actividad editorial es menos romántica de lo que muchos piensan. Lo digo porque en los últimos meses hemos estado trabajando intensamente en aspectos contables, fiscales y administrativos. La carga de trabajo en esas áreas es cada vez más pesada debido a que el gobierno es cada vez más demandante. Si a eso sumamos los requerimientos legales, nos encontramos ante un escenario en el que la supervivencia de proyectos independientes es cada vez más difícil. Por eso, muchas editoriales pequeñas viven generalmente en la total informalidad. La burocracia mata muchos buenos propósitos. La ignorancia del enorme peso que tiene cumplir con los requerimientos lleva a muchos a idear proyectos sin pensar en sus consecuencias fiscales, administrativas, contables y legales. En el siglo pasado, cuando los requisitos legales no eran tan aplastantes, mi padre sufrió enormemente las cargas fiscales a tal grado, que finalmente tuvo que cerrar su pequeño taller de encuadernación agobiado por las deudas con el gobierno. En mi caso, han sido muchos años de aprendizaje, de errores, de algunos aciertos, y sin duda de buenas asesorías, como las de mi viejo amigo José Luis Brassetti, lo que me ha permitido sobrevivir. Él ha sido no sólo asesor de Solar y Ediciones del Ermitaño, sino también de la CANIEM y de infinidad de empresas que sin lugar a dudas deben su subsistencia a su buen desempeño. También es un espléndido maestro y capacitador. Si eres editor o gestor cultural, hazme caso: búscate buenos asesores. Valen su peso en chelas, en tacos y a veces hasta en pizzas (cuando las desveladas fiscales nos alcanzan).