Me encuentro casualmente esta foto que nos tomó hace casi cincuenta años mi maestro de fotografía, Otto Dölle, en el patio del Colegio Alemán (soy el de la extrema derecha). Se trata del grupo que tomaba el taller de fotografía en la secundaria. Uno podía escoger entre éste, y el de mecánica o de encuadernación, este último impartido por mi padre, Walter Zenker. El caso es que Dölle era, además, nuestro maestro de alemán y de matemáticas.
Las clases de fotografía constaron de una parte teórica muy densa, cuyos apuntes a mano aún guardo en algún lugar, y las prácticas tanto tomando fotos como particularmente en el cuarto obscuro. Teníamos un laboratorio muy completo, de manera que aprendimos desde revelar los negativos, hasta hacer las ampliaciones tanto en negro como a color. Dölle me apreciaba mucho, de manera que me apoyó como pudo para que saliera adelante pese a que las matemáticas nomás no me gustaban. Fue él quien me vendió mi primera cámara fotográfica, una Leica compacta, que él había usado por años. Seguí practicando la fotografía toda mi vida, hasta la fecha. Durante años mi recámara fue también mi laboratorio que olía a químicos. Finalmente, todo fue desplazado por la fotografía digital. Fuera de algunos ejercicios que he hecho recientemente con procesos antiguos, como la cianotipia, no he vuelto a experimentar con los químicos. Pero guardo muy gratos recuerdos de esos inicios y de mi querido e inolvidable maestro Otto Dölle…