Coloquio Internacional sobre Arte y Diseño en el Mundo Editorial
UNAM, 21 de abril 2017
Alejandro Zenker
Cuando, años atrás, un grupo de profesionales y académicos conformamos el grupo “La Tertulia Editorial” y comenzamos a reunirnos de manera regular para hablar de las transformaciones que se estaban dando en el mundo del libro y la lectura, un tema recurrente era el triste panorama que el sistema librero ofrecía en nuestro país. Las librerías, pocas para el tamaño de nuestra nación, se encontraban en un proceso de franco deterioro, agobiadas por la falta de compradores, por no decir “lectores”, pues no son propiamente estos los que escasean.
Nos encontrábamos ante un terrible círculo vicioso. Contábamos con pocas cadenas libreras exitosas, las librerías independientes de todos los tamaños resentían un cambio de hábitos en el consumo de libros, no atinábamos a crear un sistema nacional de distribución eficiente del libro y los libreros carecían de formación y perspectiva profesional para hacer frente a los retos. En el país se repetía un mismo esquema: un catálogo reducido se replicaba una y otra vez, con poca variedad, en las librerías. La bibliodiversidad brillaba por su ausencia. La bibliopobreza reinaba no solo en las librerías, sino en todos los recintos dedicados al libro y a la lectura, incluidas, claro, las bibliotecas.
Se abría, entonces, la perspectiva del aparente auge del libro electrónico y, con él, de las nuevas tecnologías de la información. Ante la dificultad de impulsar la creación de las miles de librerías que serían necesarias para alimentar mínimamente las necesidades a lo largo y ancho del país, surgía la posibilidad de aprovechar el nuevo ecosistema para dotar de libros a los lectores existentes y potenciales. Mientras, por un lado, las librerías carecían del espacio necesario para exhibir siquiera una mínima parte de la bibliodiversidad deseable y, por el otro, los costos de desplazamiento, exhibición y administración del libro físico se volvían cada vez más prohibitivos —lo que incrementaba el precio final al destinatario último—, el costo de producción relativamente bajo del libro electrónico y la oportunidad de crear librerías web que llegaran a todos los dispositivos con conexión a internet hacía atractiva la idea de sustituir, como sistema, el libro impreso por el nuevo soporte.
Por lo tanto, la pregunta obligada era si las viejas librerías físicas eran ya obsoletas.
No obstante, la reducida adopción tanto del libro electrónico como del uso de las tiendas electrónicas distaba mucho de hacer viable esa simple ecuación. La realidad se empeñaba en contradecir nuestras predicciones.
Una realidad ciertamente compleja. Porque vivimos en una época de transición en la que conviven infinidad de necesidades, intereses, opciones. Además de esa gruesa división de la humanidad en nativos e inmigrantes digitales, hay una enorme fragmentación en materia cultural. Si en lo pedagógico reconocemos la urgencia de atender de manera puntual las necesidades y capacidades diferentes de los individuos a lo largo de su formación, tanto inicial como profesional, en el terreno del libro y lectura las cosas no son más sencillas.
Lo anterior, aunado a infinidad de otras reflexiones y análisis, nos llevó hace tres años a reformular la hipótesis. No era la librería en sí, como espacio físico, sino el modelo de librería y de librero lo que había caído en la obsolescencia. Así que decidimos seguir analizando el problema como nos gusta hacerlo: en la práctica.
La Librería del Ermitaño nació, pues, como un proyecto experimental. Las oficinas de Solar y de Ediciones del Ermitaño están ubicadas en San Pedro de los Pinos, una colonia diversa sin antecedentes de espacios libreros y con poca actividad cultural. Decidimos, por razones prácticas, usarla para nuestra investigación. Escogimos un local pequeño, relativamente alejado del centro lógico de la actividad de la colonia, es decir, del parque y del mercado, debido a que queríamos explorar mecanismos para generar un movimiento de atracción cultural partiendo de cero. Porque la venta de libros debía ser resultado de una labor cultural y de un acercamiento a las necesidades sociales de los habitantes de San Pedro de los Pinos. En ese sentido, la idea se acercaba a lo que comúnmente se conoce como “librería de barrio”.
A esto se sumaban otros factores. Por un lado, tanto Solar —empresa de servicios editoriales— como Ediciones del Ermitaño, son entidades que han basado sus respectivas actividades en el uso intensivo de nuevas tecnologías. Por otra parte, estamos conectados a sectores académicos y profesionales, así como también a los literarios y culturales. Desde el punto de vista tecnológico recurrimos a una empresa que ha desarrollado software para la gestión de librerías, con lo que uno de los elementos básicos para el exitoso arranque del proyecto estaba garantizado. Usamos nuestro propio catálogo para alimentar en un inicio los espacios y luego comenzamos a extender la convocatoria, particularmente a los llamados “sellos independientes” y luego a los académicos y a algunos comerciales, siempre con un ojo escudriñador para conformar un catálogo curado.
Esto no nos libera de los problemas inicialmente enunciados, es decir, la falta de bibliodiversidad más que evidente en un espacio tan pequeño. ¿Qué nos podría sacar del escollo? Básicamente tres elementos.
- Establecimos un acuerdo con Librerías Gandhi que nos permitió ofrecer a los habitantes de la zona todo su catálogo que sería surtido en 24 horas. Eso le ahorra a los sampedreños horas de transporte.
- Con el apoyo de Trevenque creamos la página web de la librería, con un catálogo creciente alimentado además por un proyecto macro…
- La eDistribución. Se trata de un catálogo internacional de libros producidos en impresión bajo demanda (IBD).
Permítanme referirme a este último aspecto en particular. Hablaba de bibliopobreza en un inicio, de la incapacidad de exhibir ya no todo, sino lo básico de un catálogo diverso a la población en cada librería, a menos que nos limitemos al libro electrónico. Sabemos, sin embargo, que la mayor parte de la población mundial aún prefiere leer sobre el soporte papel que sobre el electrónico. Finalmente, la humanidad se distingue por su enorme diversidad en todos los terrenos, incluyendo, por supuesto, el cultural. ¿Cómo atender esa complejidad?
Hace más de 20 años, en Solar incorporamos la impresión digital, en la que basamos desde entonces la totalidad de la producción de Ediciones del Ermitaño. La impresión digital nació con un sueño que nunca se pudo hacer realidad… hasta ahora: la de producir libros en tirajes cortos a nivel mundial, posibilitando eliminar costos de almacenamiento, tirajes largos y costos de transporte al hacer que viaje el archivo electrónico, y no el libro, al lugar de destino para que allí sea producido y entregado.
Con ese propósito entre manos, iniciamos en Solar la aventura pionera de la impresión digital en México. Vivimos todas las vicisitudes imaginables y participamos en muchas andanzas nacionales e internacionales. Finalmente, a la par de la creación de la librería, participamos en la fundación de una alianza internacional: Bibliomanager, que hoy lidera el proyecto de la eDistribución en Iberoamérica y que tiene presencia en México, España, Argentina, Colombia y Perú y, próximamente, en Chile y Brasil, con más países en vías de incorporación.
Este nuevo modelo de negocio tiene el potencial de transformar radicalmente la manera en que hemos venido operando en la industria editorial. La idea, desde el punto de vista de la producción y la distribución, es que no importa dónde puedes producir, sino dónde eres capaz de vender.
Las librerías minoristas y los canales online en cada zona de destino se benefician de este programa, ya que aumenta el número de títulos disponibles en esos mercados.
- Más títulos inmediatamente disponibles sin necesidad stocks.
- No hay costos de envío internacionales.
- Mejora de la experiencia de compra del consumidor.
- Lectores más satisfechos y leales.
En este proyecto participan todos los actores de la cadena del libro, es decir, el editor, que proporciona los archivos de los libros, el impresor, que produce el libro en el lugar de destino, y el librero, que ofrece el catálogo y detona la orden de producción cuando se da la venta. De tal suerte, rompemos el destino fatal del librero de tener que ofrecer, en papel, un catálogo tan grande o pequeño como su espacio lo permite.
Esto no es un proyecto, sino algo que ya está funcionando exitosamente en los países que mencioné (México, España, Argentina, Colombia y Perú) y en otros muchos, donde hay proyectos similares en marcha.
Hoy, la Librería del Ermitaño ya hace uso de este esquema enriquecido. Es decir, tiene un pequeño catálogo curado in situ, promueve un catálogo ampliado a decenas de miles de títulos a través de los acuerdos con Gandhi por ahora, y otros en breve, y ofrece un catálogo adicional, creciente, de libros impresos bajo demanda.
Este mismo esquema ya lo ofrece Gandhi por su cuenta. Es decir, ha ido incorporado títulos que el lector puede encontrar en su página o que solicita en tiendas y que nosotros, en Solar, producimos una vez fincada la orden. También la UNAM se ha integrado a este proyecto y estamos subiendo cada vez más títulos suyos a Bibliomanager, así como de otras universidades, como la Veracruzana y la de Yucatán, que están en el proceso, además de cada vez más editoriales comerciales.
Por el lado del Estado, ya exploramos la manera de integrar las 92 librerías de EDUCAL a esta iniciativa, lo que abrirá muchas posibilidades a los editores en lugares en los que las librerías tradicionales no tienen presencia. En el terreno internacional, también Bookwire, de quien escucharon hoy una intervención, ha firmado acuerdos de colaboración con nosotros a través de nuestra filial en España, PodiPrint, lo que abre perspectivas muy interesantes, e incluso estamos en conversaciones con ese monstruo aterrador que parece querer comerse al mundo: Amazon, que se convertiría así en un canal más de distribución.
Con esto vemos que la solución a los problemas es algo en lo que tenemos que trabajar, con imaginación, los que estamos en la cadena del libro, aprovechando los numerosos recursos tecnológicos que tenemos a mano. Hay que hacer hincapié en que no vamos a encontrar una solución única y permanente. Nos encontramos en una época de vertiginosos cambios a los que hay que irnos adaptando con rapidez. Afortunadamente, hoy tenemos los recursos. Y así como un pequeño espacio experimental, como la Librería del Ermitaño, ha podido salir airoso explorando los diversos recursos disponibles, las editoriales y las entidades académicas se beneficiarán enormemente si exploran junto con nosotros estos caminos.
Necesitamos trabajar para formar nuevas legiones de libreros, emprendedores que entiendan estos tiempos, pero que también comprendan que se trata de una labor de gestión cultural y no de simple venta de objetos llamados libros. Tenemos también que colaborar con autores y editores, con promotores de la lectura, con las universidades y las entidades gubernamentales implicadas en libro y cultura. Hace falta no solo empeño, sino también dar impulso a labores de investigación, innovación tecnológica y capacitación. Las bases están creadas, pero aún hay mucho, mucho que hacer. Y eso es emocionante.
*azh/20/04/2017