Ahora que exploro LinkedIn siento que escribir tu curriculum es, a tus sesenta años, una vana pretensión de reconstruir tu pasado. Curiosamente, pocas veces en mi vida necesité presentar mi CV y, cuando lo hice, siempre fue una simple síntesis de lo realizado. Sin embargo, mi buen amigo Gustavo Arizpe me sugirió, con sepa qué aviesos propósitos, que actualizara mis datos en esa red. Conforme encuentro tiempo, y afloran elementos, los he ido incorporando. Describir o afirmar es fácil: lo cabrón es documentar. El ejercicio ha sido divertido, porque hay mucho de lo que no me acordaba. Gran parte de mis estudios extramuros no los recuerdo. ¿Diplomas, constancias, reconocimientos? Tengo carpetas llenas de esos documentos a los que poco valor les he dado. Además, hay todo un historial predigital que está cabrón encontrar. Por ejemplo, cuando estuve estudiando en Alemania cursé chingo de cursos y diplomados en especializaciones pedagógicas cuyos beneficios disfruto pero de los que no tengo ya ningún certificado, pues los he ido perdiendo mudanza tras mudanza. Neta, no les daba valor. O no los recogía. El único certificado al que le he dado algo de valor ha sido el de El Colegio de México, porque me recuerda a mis amigos y a nuestros torneos de ping-pong. No obstante, las firmas se han esfumado. La del presidente, la del secretario general y la de la directora de la carrera. Costo de efecto del sol sobre lo analógico. La tinta de las plumas fuente se desvanece con el tiempo. También la importancia de lo que uno supuestamente estudió. A fin de cuentas, cada vez las entidades le dan más importancia a lo que sabes hacer, que a lo que estudiaste. Por eso hay tantos personajes con licenciaturas, maestrías y hasta doctorados rifándosela de taxistas en todo el mundo. No ando buscando chamba, pero explorar esta red y aprender a usarla ha resultado divertido y me está brindando hallazgos que de otra manera habrían quedado en el olvido…

http://www.linkedin.com/alejandrozenker