Esta semana dimos el primer paso para establecer la Librería del Ermitaño aquí a escasos 30 metros de nuestras actuales oficinas, en la esquina de Calle 2 y Primero de Mayo. A una cuadra de Avenida Revolución. A cuadra y media de la estación de Metro San Pedro de los Pinos. A una cuadra del Periférico. A tres cuadras del emblemático Mercado de esta Colonia. Esto no sólo nos convertirá también en libreros, sino que nos permitirá cumplir finalmente un viejo sueño: cubrir, así sea en chiquito, toda la cadena del libro. Quienes nos han visitado han conocido cómo el original, el manuscrito de un autor se va transformando paso a paso hasta ser impreso, encuadernado y retractilado. A partir de abril podrán, incluso, ver esos mismos libros puestos a la venta tanto en un espacio virtual, como en una librería real. Ahora sí, por primera vez en su historia, todos los libros de Ediciones del Ermitaño, todos, estarán a la venta al público. Si bien el espacio que comenzaremos a acondicionar es relativamente pequeño (50 m2), nos permitirá crear una librería-cafetería en la que se podrán realizar pequeñas actividades en torno al libro, el quehacer editorial y la lectura (presentaciones, conferencias, talleres, etc.). La idea es que sea un espacio totalmente independiente, que sirva de experimentación y lugar de encuentro. Ya nuestros lectores no tendrán que batallar para encontrar ese libro de Juan Domingo Argüelles, de Mauricio López Valdés, de Gustavo Sainz, de Huberto Batis, la colección de literatura coreana o nuestra revista Quehacer Editorial. Y todos, todos nuestros amigos tendrán un lugar más dónde reunirse en un entorno grato dedicado a las letras. Al menos, esa es la idea. Algunos se dirán sorprendidos. ¿Cómo es que yo, que he hablado tanto sobre la inminente desaparición del libro soporte papel, apuesto por una librería tradicional? Bueno, porque lo “inminente” no es tan inminente y porque este año estamos trabajando en torno a una radical reorganización de nuestro quehacer editorial. Queremos que nuestros espacios se conviertan cada vez más en reductos culturales. Aquí hay cabida no sólo para nuestro desempeño profesional, sino también para las artes visuales, la dramaturgia, la labor académica y de investigación y la capacitación. Sabemos que contamos con infinidad de amigos que nos ayudarán a dar la lucha por preservar lo mejor de nuestra tradición mientras que, a la vez, innovamos en todos los terrenos. El futuro no tiene que estar peleado con presente y pasado. Ese es el experimento en el que estaremos enfrascados este año.