Termina la Feria del Libro del Zócalo en viernes y no en domingo y no miento madres porque prometí no volverlo a hacer en un espacio público como Facebook en lo que resta del año. Es decir, ya no diré eso de que “chinguen su madre esos pinches putos culeros que decidieron darle fin a una feria del libro para abrirle paso a los politiqueros pendejos que están encaprichados y quieren ocupar el Zócalo para gritar el-pueblo-unido-jamás-será-vencido-yo-amo-a-mi-mamá-mi-mamá-me-ama”, lo que es más aleccionador que leer una novela. Porque este México mío, este pueblo, uno de los que menos lee en el mundo, uno de los que más necesita de cultura urgentemente, por supuesto está más necesitado de que las huestes de un ex priísta renegado ocupen el Zócalo acompañadas de otros ex priístas renegados que hoy se hacen llamar “izquierdas morenistas”. Como esas otras “izquierdas” que de la mano van con el PRI a aprobar “reformas” educativas y fiscales porque de nuevo coinciden. Y es que en realidad jamás dejaron de ser lo que son, priístas que prefieren ir de la mano ahora con membretes distintos y cerrarle espacios al libro y a la cultura. Porque eso, el libro y la cultura, hace pensar a la gente. Y eso de pensar es peligroso. E informarse más. En los libros puedes leer que muchos de los que hoy se dicen de “izquierda” fueron defecados del partido que hoy nos gobierna. No diré que son unos “pendejos hijos de la chingada” que maman del erario, porque prometí ya no decir esas “chingaderas”. En fin, esos a los que quisiera etiquetar como “pendejetes” en el gobierno (pero conste que no lo hago porque prometí ya no decir tanta chingadera y pendejada en Facebook) decidieron cerrar en viernes la feria del libro del Zócalo, la más visitada de nuestra pobre nación. Esos Iluminados rodeados de lo que quisiera llamar “imbéciles jijos de puta” que cobran millonadas mientras nuestra gente sufre carencias y emergencias por las “contingencias ambientales” (léase irresponsabilidad de esos “jijos de su reputísima madre que nos gobiernan”) desplazan las letras, las palabras, la poesía, el cuento, la novela, la ciencia y la tecnología para dar paso a los gritos de quienes no leen. De quienes siguen. De aquellos a los que en realidad les urgiría detener su paso y reflexionar. El mundo está cambiando. Miles de escuelas fueron destruidas con los recientes “fenómenos climatológicos”. Decenas de miles de bibliotecas de aula ya no existen o fueron diezmadas. En mi humilde opinión, urge llenar todos los “zócalos”, las plazas, las glorietas, los parques, las banquetas, de libros, de lectores, de promotores de la lectura. Urge bloquear de literatura calles y avenidas de tal suerte que todos nos encontremos en cada milímetro de nuestro país con lo que tanta falta nos hace. Es vital transformar ese griterío de las masas de “maestros” que sin saberlo pregonan la eternización de la ignorancia, para dar paso urgente al caudal de conocimiento que fluye sin cesar hoy en día. Urge, de veras, urgeee que los ciudadanos nos volquemos para señalarles a esos politiqueros de tercera que la cosa no va por donde ellos proponen. No queremos sustituir a unos pendejos por otros. Eso ya lo vimos, vivimos y sufrimos. Lo que urge, de veras de veritas, es otra chela. ¿Quién invita?