Capítulo I. Sobre ética y literatura, erratas en los libros de texto, el cambio de paradigmas educativos y la imprudencia de un alacrán negro entre otras cosas versó ayer la reunión de La Tertulia Editorial. Iniciamos con breves comentarios de Lourdes sobre un estudio que está realizando, a los que siguieron doctas acotaciones de Jesús y Carlos Anaya, quienes nos recordaron que antaño no cualquier pendejo podía ostentarse como locutor, pues para ejercer había que pasar exámenes bastante rigurosos y tener una suerte de licencia. Contábamos probablemente con comentaristas más doctos y preparados que muchos de los que hoy ejercen. Sin embargo, anoté, eso también servía para ejercer el pernicioso poder censor del Estado.
Capítulo II. César encontró entonces la vinculación con el segundo tema que nos reunía, el de los libros de texto. Nuevamente, Carlos y Jesús ilustraron el proceso que nos hizo contar con libros de texto gratuitos y cómo las famosas 117 erratas no hacen sino destapar una cadena de desaciertos y corruptelas en el terreno editorial del gobierno y vendettas que hoy tienen a la “maistra” bajo llave. En esas estábamos cuando propuse escuchar una conferencia sobre las razones del inevitable cambio de paradigmas educativos en una época en que las razones de la época de la ilustración y de la revolución industrial han quedado rezagadas ante el ímpetu de las revoluciones inducidas por las nuevas tecnologías.
Capítulo III. De los cambios en el terreno de la formación de esclavos para el sistema capitalista, perdón, de profesionales bien capacitados, inferí la impostergable necesidad de impulsar el libro electrónico como alternativa para dejar atrás el retraso y democratizar el conocimiento cosa que, Jesús dixit, de cualquier manera tarde o temprano devolverá las riendas de la manipulación y opresión a manos de las oligarquías.
Capítulo IV. En eso que se levanta Lourdes de su asiento y, ¡oh sorpresa!, se había sentado encima de un alacrán que yacía inerme. Siendo anfitrión, me sumió en una profunda vergüenza de la que aún no me recupero.
Capítulo V. Nos despedimos ya viendo de frente la FIL de este año que promete ponerse buena.
Capítulo VI. César regresó a tomarse la del estribo para platicarme sus recientes patoaventuras, a las que le siguieron otras que compartimos y que algún día ventilaremos. En esas estábamos cuando llegó Xiluén y se unió a la plática.
Capítulo VII. Fue entonces cuando retomamos el tema de hacer acopio de libros para llevar corazón e intelecto a las zonas dañadas por los huracanes. César nos mencionó que tiene vínculos con una comunidad particularmente golpeada en Guerrero. Ipso facto tomó el celular y nos comunicamos con una de las personas de la zona, que nos describió las condiciones tan terribles en que se encuentran. Acordamos apoyar de varias maneras. Una, que me saqué de la manga y propuse a botepronto, fue elaborar dos libros para ayudar a niños y adultos a procesar lo ocurrido. Ya estamos en eso. Lo que queda claro es que hay que iniciar a la de ya la labor de rescate de la capacidad lectora de las comunidades afectadas. Lo más grave de la contingencia ya pasó (los huracanes); ahora hay que trabajar para mitigar las secuelas.
Capítulo VIII. César se despidió a eso de las cuatro de la mañana en que salió a aterrorizar las calles desiertas del DF. Y lo logró.
Capítulo IX. Ya me disponía yo a descansar cuando Xiluén me dijo que andaba arrastrando la cobija, lo que me puso en claro que la noche se prologaría.
Capítulo X. Amanecí medianamente petateado. No sé si fue la desvelada o los whiskies o el recuerdo penoso del alacrán. El caso es que prietita anda enojada porque no hubo acción, Pichi encabronado porque no lo dejo salir a descuartizar pájaros y mi cabeza haciéndome intuir lo que es un derrame cerebral de desvelada envergadura. ¡Omaigod! Ya me voy a dormir. Mañana prometo dejar a salir al Pichi a aterrorizar a la fauna plumífera de San Pedro de los Pinos y darle doble ración a mi prietita.