10 años de Quehacer Editorial

Alejandro Zenker

Ponencia presentada en el

1 Encuentro de revistas culturales

Querétaro, agosto 2011

 

Mesa redonda en el 1 Encuentro de Revistas Culturales, agosto 2011, Querétaro

Permítanme compartirles unas breves reflexiones sobre la revista Quehacer Editorial, que he venido impulsando desde fines de los noventa y que lanzamos en el 2001. Pertenezco a una generación que ha podido atestiguar los cambios que las llamadas “nuevas tecnologías” han producido, en particular desde la aparición de la computadora personal hasta la fecha (si bien en mis inicios trabajé con tipo móvil, linotipo, composer, fotocomponedora, etc.). Hará ya casi 30 años que comenzamos a hablar sobre la posibilidad de que no sólo los correctores pudieran ser desplazados del proceso de producción editorial, sino incluso los traductores. Éramos en ese entonces testigos del surgimiento de proyectos de traducción automática, semiautomática e interactiva. Por supuesto, también hablábamos de la posibilidad de que el libro se convirtiera en electrónico, lo que suscitaba rechazo generalizado en virtud de las características primitivas de las primeras computadoras, aunque a algunos nos gustaba jugar con esas posibilidades.

Años más tarde, en 1994, la tecnología permitió dar un vuelco a los procesos de producción basados en el soporte en papel.

Incorporamos en ese entonces las primeras máquinas de impresión digital a nuestro flujo productivo y comenzamos a divulgar sus ventajas. Pero nos encontramos con el rechazo generalizado a las nuevas tecnologías por parte del sector editorial. No veían la necesidad de llevar a cabo tiros cortos. Como algunos me decían: estaba ofreciendo soluciones a problemas inexistentes. Así las cosas, al iniciar el nuevo milenio convoqué a muchos escritores, editores, libreros, bibliotecarios, etc., a que reflexionaran sobre el impacto de los hallazgos técnicos en la industria del libro. Con los trabajos reunidos publicamos El libro y las nuevas tecnologías, obra que dio inicio a una reflexión colectiva sobre lo que estaba sucediendo. Paralelamente organizamos, en el marco de la FIL de Guadalajara, el Pabellón Tecnológico, donde no sólo mostramos en vivo el proceso de producción basado en la impresión digital, sino también otro aspecto novedoso que pasó prácticamente inadvertido: el libro electrónico y la tecnología que hacía posible que se salvaguardaran los derechos de autor. Esto último lo presentamos en alianza con Adobe y Apple.

 

El libro despertó interés, aunque no tanto como esperaba. Cinco, seis años más tarde, habría un público más amplio que lo buscaría. El caso es que esa publicación dio pie a que decidiera hacer de ese ejercicio de convocatoria algo permanente. Nació así la revista Quehacer Editorial diez años atrás, a la que dotamos de un portal, www.quehacereditorial.com, donde se puede consultar una versión electrónica gratuita. Creamos también un boletín electrónico que llega semanalmente a miles de editores en toda la República. Usamos la revista para promover la creación del Instituto del Libro y la Lectura, A.C. con quien lanzamos el portal www.ILLAC.com.mx al que pertenecen mas de 400 personas ligadas al libro y a la lectura en todo México. Poco después formamos la Red Internacional de Editores y Proyectos Alternativos (RIEPA) también con su portal www.RIEPA.org y una red de gestores culturales, la RIPAC, que se acerca al millar de miembros. Finalmente, lanzamos una colección de libros temáticos titulada “Yo medito, tú me editas”. La idea ha sido contar con herramientas tanto con soporte papel como aprovechar todo el potencial de la red y promover el trabajo multidisciplinario.

 

Alejandro Zenker en la mesa redonda en el 1 Encuentro de Revistas Culturales, agosto 2011, Querétaro

Todo esto surgió como un esfuerzo por obligar, hasta cierto punto, a todos los que forman parte de la cadena del libro, la revista y sus alrededores a reflexionar sobre ese futuro que a principios de siglo no parecía tan incierto como ahora. Ante la renuencia de algunos para escribir sus reflexiones, recurrí también a la entrevista. La revista se convirtió así en un testigo de los cambios de percepción de quienes conforman el medio. Por eso se ha vuelto objeto de referencia y colección.

 

Ahora, a 10 años de iniciar su circulación, a más de 15 de impulsar la discusión sobre el impacto de las entonces nuevas tecnologías de impresión digital y a 30 de debrayar sesudamente sobre el futuro, creo que no carecíamos de razón y que, más bien, nos vimos tibios. Los alcances de los cambios son hoy asombrosos, y eso que nos encontramos apenas en los inicios de esta gran revolución tecnológica que está repercutiendo en todos los terrenos, incluido en lo que hemos llamado la transfiguración del lector y la lectura con la aparición de los “nativos digitales” y la debacle de quienes componemos ese amplio grupo de “inmigrantes digitales” en vías de extinción. En mi opinión, las revistas culturales en general, y la que dirijo en particular, enfrentan el reto no sólo de adaptarse a las nuevas circunstancias dictadas por la tecnología, sino también de comprender que nos estamos dirigiendo a una nueva generación de lectores cuyas necesidades y expectativas son enteramente distintas que las que tenían 10 y 20 años atrás. Independientemente de la especialidad, de la orientación de la revista cultural en cuestión, hoy tenemos un compromiso social ineludible.

 

La transformación de las condiciones en que se encuentra el mundo entero, y México en especial, depende de un cambio ya no gradual sino drástico de cosmovisión y, por lo tanto, de cultura. Tradicionalmente, las revistas culturales han tenido un impacto marginal, si acaso, en el devenir histórico de una nación. Hoy, las cosas podrían cambiar si los editores de revistas culturales hacemos uso de las herramientas que tenemos a la mano para lograr mayor penetración, mayor divulgación de lo que hacemos. Las actuales redes sociales y sus alcances, como hemos podido atestiguar en los países árabes primero y luego en Europa y ya en América Latina, son apenas un atisbo de lo que viene.

 

En nuestro caso, la materia de la revista Quehacer Editorial es en buena parte lo que todos nosotros hacemos, es decir, la edición. Como revista enteramente independiente que se ha sostenido por el empecinamiento de quienes la editamos, debe seguir reflejando lo que sucede en el ámbito editorial desde todos los puntos de vista. Pero no sólo eso, también nos proponemos ayudar al medio a visualizar el incierto horizonte de todos los que componen la cadena del libro y de la lectura. Nos encontramos en una compleja época de transición en la que convivimos, por un lado, personas con mentalidad predigital;  por el otro, quienes pudimos montarnos en el cambio y, finalmente, quienes nacieron en medio de las nuevas tecnologías. Hoy todo coexiste y seguirá coexistiendo, aunque temo que no por mucho tiempo. Los cambios son cada vez más veloces, y los tiempos de adaptación cada vez más cortos.

 

 

Muchos editores de libros, periódicos y revistas están sucumbiendo, desapareciendo. Lo mismo los libreros, distribuidores y demás fauna de la cadena del libro, sin omitir a los bibliotecarios, que hoy tiemblan ante la perspectiva de desaparecer.

 

¿Sobrevivir o sucumbir como editor? ¿Cuál es el futuro de la industria editorial en general, de las editoriales independientes y de las revistas culturales en particular? ¿Cuál es el perfil que debe tener un editor en estas épocas de transición de lo analógico a lo digital? Y, sobre todo, ¿cómo entender al nuevo lector y, por lo tanto, al nuevo escritor de la emergente ciberliteratura? ¿Cómo responder a sus inquietudes, a sus necesidades?

 

Creo que son muchas las oportunidades que se abren para quienes sepan involucrarse en las nuevas tecnologías, capacitarse, migrar del soporte papel al electrónico y, sobre todo, hacerlo de manera creativa. Porque no se trata sólo de trasladar un discurso, una lectura lineal de un soporte al otro, sino de aprovechar las enormes ventajas que nos ofrece ese nuevo mundo digital y que los lectores no sólo agradecerán, sino exigirán. Los periódicos han comenzado a sucumbir ante el soporte electrónico. Lo mismo está pasando con cada vez más revistas académicas y, sí, también con las culturales a nivel mundial.

 

Esos serán los temas en torno a los cuales girará nuestra revista Quehacer Editorial en los próximos años. Espero que logremos sobrevivir y que no sucumbamos en el intento.

 

*azh/17/8/2011

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