Desde que la vi me cayó muy bien por su alegría, desenvoltura y carisma. Muy desinhibida, me expuso su “perversa” intención de aparecer en unas fotos de mi autoría. Así que acordamos vernos poco después.
Cuando llegó a la sesión, me cautivó su singular belleza. Natural, fresca, con unos ojos enigmáticos, se entregó y siguió mis instrucciones. Con calma pude realizar mi exploración “morfosintáctica”, contemplando el conjunto y desmenuzándolo con la cámara, interpretando cada una de sus partes y volviéndolo a armar. Le hice un ejercicio de retrato de rostro, y descubrí sus rasgos predominantes, sus lados claros, sus parajes obscuros. Al acercarme, su cuerpo irradiaba un calor cuya temperatura opacó la cámara. Tuve que cambiar de lente una y otra vez, mientras afuera el Heiko aullaba. Así emergieron tomas con mi Lensbaby, el Ojo de Pescado y el EFS 17-55. Zhannat (cuyo nombre proviene del totonaca, xanat, que significa vainilla) se convirtió así en una memorable amiga de cuya complicidad fotográfica siempre estaré agradecido.
Como siempre, comparto aquí una galería en crudo, sin manipulación alguna (fuera de pequeños ajustes en el balance de blancos y el brillo). Quien sabe de fotografía sabe que de cada una de estas 172 fotos se pueden hacer maravillas en Photoshop.