Regresé hace dos semanas de una agotadora experiencia en Puerto Vallarta adonde fui a participar en el llamado “Ujena Jam”, un encuentro internacional de fotógrafos y modelos. No hablaré aquí mayormente de eso, si bien quedé entre los “top ten photographers” (es decir, los diez fotógrafos menos chafas) del encuentro, lo que no sé si habla bien o mal de mis destrezas. El caso es que más que a competir, fui a entrenarme, como lo hice los dos años anteriores. Pero también di una charla sobre “Fotografía artística” (iba a ser un taller en español que llevaba más o menos preparado en PowerPoint, pero a falta de un auditorio hispanoparlante tuve que improvisar en inglés, lo que me repatea, pero ni modo). El caso es que me antecedió un amigo fotógrafo, Addison Fitzgerald, quien habló sobre la cámara y cómo sacarle el máximo provecho. De allí nació la pregunta: ¿trabajar en RAW o en JPG?. Tratándose de un “encuentro-competencia” que dura más de una semana, donde lo que te exigen es entregar tus fotos en JPG, para lo que hay muy poco tiempo, guardar en RAW significa tener un dominio diestro del flujo de trabajo y capacidades de manipulación de las fotos en lotes. Para un fotógrafo de la era analógica ya lo anterior significa hablarle en chino. ¿Qué es RAW? ¿Por qué habría uno que querer guardar en la cámara las imágenes en ese “formato” y no el más conocido y manejable JPG? (Dicho en “cristiano”: RAW es la captura “cruda”, tal cual, de lo que capta el sensor de la cámara, ya sea CCD o CMOS; JPG es una compresión del archivo RAW al que se le aplican ajustes de balance de blancos, manejo de color, brillo, contraste y otros parámetros). Uno de los asistentes manifestó no sin cierta razón que le parecía absurdo “tirar” en JPG cuando el formato RAW tiene tantas ventajas. En realidad se trataba de una discusión bizantina ya que las nuevas cámaras tienen la capacidad de almacenar al mismo tiempo la foto en ambos formatos: RAW y JPG. Sin embargo, y este es uno de los temas que trato de abrir en este foro, pese al auge de las cámaras digitales nos encontramos apenas en los albores de su desarrollo. Si el RAW es la captura en crudo de la imagen (de la luz), equivaldría a un “negativo” analógico. A cualquiera que trabajó o sigue trabajando en analógico le parecerá razonable querer mantener un “negativo” digital (el RAW) en lugar de tan sólo la foto “impresa” (el JPG), aún cuando a ésta se le pueden hacer modificaciones, si bien limitadas comparadas con lo que uno puede hacer con el punto de partida. El caso es que, si vemos más allá, ese archivo RAW no es garantía de nada. Cada fabricante de cámaras, Canon, Nikon, Olympus, Panasonic, etc. tienen su propia definición de su RAW, es decir, unos y otros no son compatibles. Se requiere de un “intérprete” para visualizar cada tipo de RAW y para manipularlo. Hipotéticamente, en unos años, conforme se hagan los ajustes propios del mercado, algunos fabricantes desaparecerán y aparecerán otros, hasta que queden (como ya está sucediendo) unos pocos contendientes. Si Canon se come a Nikon, quien tenga archivos RAW de Nikon podría quedarse… con la cola entre las patas si a los RAW de Nikon actuales se les deja de dar soporte. De allí que un tercero, Adobe (sí, el fabricante de Photoshop) haya creado y esté promoviendo un nuevo estándar: el DNG. ¿Qué es el DNG? Es un RAW de código abierto. Es decir, ya inició la lucha por ver qué “formato” prevalecerá en el mercado: ¿los RAW propietarios en una torre de Babel fotográfica, los primitivos JPG o TIFs, o un código universal y abierto como el DNG?
Esto nos lleva a otro terreno peliagudo: el conocimiento. Quien tiene un arsenal de fotografías tomadas a lo largo de los años enfrenta una tarea mayúscula. En mi caso, por ejemplo, tan sólo en materia de fotografías de desnudo calculo tener más de 300,000 archivos. Hasta hace poco habría dicho: de los cuales sólo una pequeña parte es rescatable. Hoy me percato de mi error: gran parte de ellos son rescatables con las nuevas herramientas, como camera Raw 4.5 y Lightroom por ejemplo. Pero eso requiere de un inmenso trabajo. ¿Tengo el tiempo? No. Porque mi trabajo fotográfico sólo ocupa una pequeña parte de mi tiempo. Pero aun suponiendo un trabajo de tiempo completo… lo más probable es que la talacha me llevaría un par de años.
Ahora bien, supongamos que en el mejor de los mundos evitamos el monopolio fotográfico, mantenemos pues la fotodiversidad y se impone un código abierto vía DNG. Nos espera un universo de dificultades. La calibración de los monitores por ejemplo. Cada monitor de cada computadora es diferente y muestra la imagen distinta. Es decir, una foto o una pintura que vemos de una manera en un monitor de computadora de una manera, al visualizarlas en otro monitor se ven distintas. En mi caso tengo cuatro monitores conectados a una computadora con dos tarjetas de video. Hasta hace un par de semanas se veía la misma foto diferente en cada uno de los monitores de una sola computadora. Ahora los tengo “calibrados”… es decir, ajustados para que en cada uno de ellos se vea más o menos lo mismo. Pero hay otro problema… hay que ajustar ahora esa imagen que vemos en pantalla a nuestro dispositivo de salida, es decir, al impresora o… los miles de millones de monitores existentes en el planeta que pueden ver nuestra obra en nuestra página web y que, por supuesto, no están calibrados porque no tienen NPI de qué es eso.
No pocas veces amigos bien intencionados me han dicho: Alejandro, tus fotos son padrísimas según me han dicho, pero… yo sólo veo un recuadro negro. Tu negro es impecable. Dicho sea sin albur. En efecto, esa es una manifestación del problema. Las pinceladas de luz que yo trabajo con tanto cuidado, en un monitor mal calibrado, con brillo bajo, se pierden.
Pero estos problemas a los que hago referencia no afectan sólo a los fotógrafos. También a los pintores, que cada vez se apoyan más en la web para dar a conocer su obra.