Una reflexión sobre el XIV Encuentro Internacional de Editores Independientes,
Punta Umbría, España.
Alejandro Zenker
Así como el pequeño Oscar de Günter Grass decidió dejar de crecer al cumplir los tres años, un día yo decidí ya no subirme a un avión. Rompí ese despropósito cuando, consumido por el deseo, fui a visitar a una amiga en Cancún que, a la postre, se convirtió en mi compañera. Pero este año, por algún complot de la vida, surgieron invitaciones que no podía rechazar. La primera, sobre la que reflexionaré aquí, me llevó de México a Madrid, España, de donde me desplazaría en tren a Huelva y, de allí, a Punta Umbría, donde se realizó el XIV Encuentro Internacional de Editores Independientes del 27 al 30 de abril de 2007. Yo había participado con anterioridad, en 2005, en el Encuentro de Editores Independientes del Mundo Latino y la Bibliodiversidad que se realizó en el marco de la FIL de Guadalajara, México. Pensaba que me encontraría en España con un perfil similar de organizaciones editoriales. Pero se trató de un encuentro de características totalmente distintas.
El encuentro realizado en México contó, por un lado, con el apoyo de la UNESCO, además de numerosas instancias gubernamentales. Las editoriales participantes eran de pequeñas a medianas proporciones, todas batallando con las circunstancias desiguales impuestas por los grandes conglomerados editoriales. Dicho a grandes rasgos: se trata de proyectos empresariales que se asumen como “independientes” simplemente por el hecho de no pertenecer a ninguna transnacional de la industria editorial pero muchos de los que, paradójicamente, dependen de subsidios gubernamentales.
En Punta Umbría, por el contrario, el encuentro se debe al entusiasmo, a la perseverancia y a la visión de un individuo: Uberto Stabile, y se lleva a cabo con recursos muy modestos y el apoyo del gobierno local. Los participantes, en su mayor parte, más que empresas editoriales constituyen proyectos editoriales, llamémosles “alternativos”, empujados más que nada por la creatividad en ocasiones alucinante de sus protagonistas. Mientras que en México el modelo del encuentro era acartonado, con lectura de una ponencia tras otra, en Punta Umbría hubo pocas lecturas formales y muchas presentaciones de proyectos y publicaciones. Algunas de manera improvisada y escueta, otras con inclusión de multimedia o performance. Muchos de los que participaron traían entre manos libros-objeto pletóricos de imaginación. Mientras que en México el encuentro fue un plañidero de quejas y lamentaciones, en Punta Umbría florecieron las propuestas. Yo llevaba una ponencia titulada “La profesionalización del editor independiente”, que continuaba con las reflexiones que había yo hecho en el encuentro en México. Sin embargo, desde que inició el encuentro me fui dando cuenta de que mi planteamiento no encajaba bien en el contexto en el que estaba. Malo como soy para improvisar, adapté y reduje mi ponencia a ese entorno que encontré. Tal como lo presentía, algunos no se identificaron con lo que dije; y no tenían por qué. Su proyecto va por otros caminos. Pero sí hubo quienes se pusieron el saco y a quienes gustó lo que expuse, y que publiqué en esta misma página.
Uberto Stabile tiene un espíritu matador. Las sesiones iniciaban en el despampanante Teatro del Mar, ubicado en la Casa de Cultura de Punta Umbría, a las 10:30 de la mañana y terminaban a las 21:00 horas. Pero allí no acababa todo. A partir de las 23:00 horas continuaba el encuentro en El Viejo Café con el segmento, llamémosle, cultural, aunque en parte era continuación de las sesiones matutinas y vespertinas. Recitales de poesía, performance, música. Un agotador maratón que terminaba hasta la madrugada y que uno sobrevivía armado de una cerveza Cruzcampo o vino tinto y tapas.
Así, el encuentro reunió a más de 200 participantes provenientes de Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Cantabria, Castilla de la Mancha, Castilla de León, Cataluña, Ceuta, Extremadura, Galicia, Madrid, País Vasco, Valencia, Portugal, México, Chile, Cuba, Perú, Brasil y Puerto Rico.
¿Valió la pena? Sin lugar a dudas. Es una maravillosa reunión de talentos e inquietudes, de feroz independencia y rebeldía, de búsqueda de nuevos caminos, de experimentación y exploración, de intercambio y aprendizaje. Sin lugar a dudas a muchos les vendrían bien más conocimientos del oficio, de las ciencias y las artes del libro que componen el quehacer editorial. Sin embargo, las virtudes del imaginario que este encuentro crea superan con creces las “deficiencias” que podríamos encontrar en algunos proyectos planteados. Ese conglomerado de feligreses de la creatividad constituye la esperanza para el mundo bestsellerizado. Allí está la verdadera bibliodiversidad. Allí conversa con la vida, allí revive la esperanza.