LA MIRADA LÚDICO-ERÓTICA DE ALEJANDRO ZENKER, por Pedro Paunero

Lentes que humean

Visto de negro. Las modelos contrastan el color de la piel (de la carne y el sexo cuidadosamente expuesto, sin sombra de vello), con el negro de mis ropas. Luego interviene él. Él y su cámara. La lente es un báculo, un miembro viril que se interpone entre mí y ellas. Intento alejarla con la mano. Mi rostro cambia. Mi actitud cambia. No soy ya el escritor sometido por la todopoderosa presencia de las mujeres desnudas.

Soy el macho que rodea con un brazo a las hembras y enseña los dientes, agrede la cámara con un gesto obsceno de los dedos que forman una barrera entre ellas y ese miembro mecánico-digital que él utiliza para arrojarnos al vacío animal de un cúmulo de sensaciones. Se regodea en atrapar el instante en el cual nuestros rostros mutan, se deslizan de una incierta provocación, todavía pudor, todavía inseguridad, a la entrega del placer de tener a dos mujeres jóvenes sentadas en las piernas… No sé cuándo me he entregado. No sé cuándo la cámara se borró y empecé a ser yo, exiliado de inseguridades, sitiado yo, punteado yo, localizado yo, en un centro sólo y palpitante. Ellas lo notan. Tal vez satisfagan su poder, su desnudez cruel, en el hecho. Pueden sentirlo a través del pantalón. Él continúa. Profesional. ¿Pétreo? En todo caso es sombra. Es presencia. Es Dios. El Dios de la lente. Empiezo a creer que la lente humea. O son mis ojos. No estoy seguro si son lágrimas de agradecimiento por saberme parte de un momento suspendido en el aire, en el tiempo combado, un cuerpo cayendo por el agujero negro de mi propio placer que apenas puedo disimular o por sentirme humillado, perdedor en el juego al que él y sus hembras me han precipitado. La luz quema. Quema la sensación debajo del pantalón. Es carne cruda. Hay hechizo en el aire, hay tentación. ¿Por qué no me arrojo de una vez sobre ellas y le doy a la lente lo que quiere? Me contengo. El tiempo se tuerce. Han pasado horas. De pronto, las mujeres llevan encima una bata. Cesa la música atmosférica. Cesa la magia. Me duelen las ansias. Aleja la cámara. Desenchufa reflectores, música y enrolla cables. Se rompe el instante. Se va con el botín. Cierro los ojos. Reflexiono. La experiencia me ha humanizado.

Alejandro Zenker ha logrado capturar, dibujar con luz, el hecho inasible que significa que, después de todo, los escritores también somos humanos…

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