Ellos metían ratas en sus vaginas, y ellas se introducían en sus vientres y las carcomían por dentro

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Hablábamos del libro y la lectura cuando dijo: ellos metían ratas en sus vaginas, y ellas se introducían en sus vientres y las carcomían por dentro, lenta y dolorosamente. Eran las épocas de la inmisericorde tortura colombiana. Aún resuena eso en mis oídos. En el Club de Tobi, alias La Tertulia Editorial, donde hoy estuvieron ausentes las mujeres, la conversación tomó caminos insospechados. Hablamos de la censura que se extiende en la red, donde robots informáticos persiguen contenidos supuestamente “pornográficos” y los catapultan de sus portales. Por tanto de la libertad de expresión y de la necesidad de defenderla. De cómo aplicar indiscriminadamente la censura a la “pederastia” podría conllevar a quemar obras fundamentales de la literatura, y de cómo se vuelve más complejo el mundo en el que pareciera prevalecer la libertad de expresión, mientras cada vez son más los esfuerzos por coartarla. Por supuesto particularmente en el terreno político. Hablamos del terror. César evocó las épocas recientes de represión en que paliaban a las mujeres, cuando las clavaban en estacas que las perforaban desde la vagina hasta salir por la boca. Sembrar el terror era la consigna. Neutralizar al contrario. Recordé las épocas en que los portugueses recorrían las costas africanas no para conquistar nuevos territorios, sino para atrapar mediante el terror y la fuerza nuevos esclavos. Solían cercenarles orejas y narices, cortarles la lengua y dejarlos libres para sembrar el terror en sus pueblos mientras que, en las playas, empalaban a hombres y mujeres que morían lenta y horripilantemente. Jesús nos habló de su estancia en Lecumberri y de sus aventuras odontológicas en Cuba. Caray, hasta hablamos de las páginas de encuentros de parejas, de sus peculiaridades, y de cómo hoy Internet no sólo aísla, sino también provee a la gente de herramientas de vinculación presencial. Entre una y otra cosa, hablamos mucho de lo que es ser editor, de las tendencias a nivel mundial, de las perspectivas de nuestro quehacer y de la FIL en la que tendremos muchas actividades en conjunto. Hoy me quedé con una grata, muy grata sensación. No tiene precio departir con los amigos aun cuando los temas sean escabrosos. O más bien, es reconfortante compartir reflexiones, angustias y vivencias. Cuando nos tomamos la foto, Camilo exclamó: ¿Y el Pichi? Caray, se quedó fuera de cuadro. Ya será la próxima vez…