El privilegio de morir, hoy, de viejo…

 

IMG_3413Hoy en día, morir de viejo es todo un privilegio. No cualquiera. Muchos son los que se van sin siquiera haberlo podido intentar. Hoy vuelve a ser frecuente que te despojen arteramente de esos muchos años que podrías haber tenido por delante. ¿Muchos? ¿Qué tanto es mucho, qué tanto poco? Quizás “mucho” es igual al tiempo biológico que tu cuerpo tarda, naturalmente, en envejecer sin males insufribles de por medio. Los 43 que fueron desaparecidos, los cinco asesinados en la Narvarte, los cientos de miles de las estúpidas guerras de Calderón y secuaces no tuvieron oportunidad de explorar su vejez. Sin embargo, ¿existe un momento propicio para morir? Cuántos no llegan a viejos tan solo para sufrir enfermedades, pobreza y abandono. Quizás son pocos los que mueren con lo que podríamos llamar “dignidad”. Ya sea en el momento en que toca fallecer, o en el que uno decide poner fin a su existencia. Desde hace días ronda en mi cabeza la rola fresona de Queen, “Who wants to live forever”. En momentos como éste, en que deambulo entre la tristeza y la melancolía, percibo poética la rola. Hubo una época de mi vida en que sabía que caminaba en esa delgada línea entre la vida y la muerte, en ese a fin de cuentas fascinante cortejo con cada segundo adicional que le arrancabas al peligro. Pasar de eso al pensamiento de caer en manos del IMSS en tu vejez no es un futuro encomiable. Verte atado de manos, de rodillas, con tu verdugo empuñando un afilado cuchillo como víctima del Estado Islámico ha de enfrentarte al sentido de la vida en los pocos segundos que le preceden a sentir que te separan la cabeza del cuerpo. Pilotear un avión que se va a estrellar contra las Torres Gemelas sin duda te hace imaginar a millones de vírgenes a tu servicio, mientras que lanzarte al vacío de esos edificios a punto de derrumbarse, cuando tu mañana había sido maravillosa, ha de ser espeluznante. Cercenarles previamente los órganos sexuales a millones de “vírgenes”, violarlas aún más, y morir luego en medio de un bombardeo gringo que antes te financió, ha de ser el puro éxtasis “extremista”. La vida no vale nada, cantamos en México. Y, en efecto, no vale ni madres. Cien años de vida casi no tienen significado numérico en los latidos cósmicos. Lloramos la muerte, sin acabar de comprenderla. Hoy estoy en la antesala de la muerte de nueva cuenta. No la mía, aclaro. O quizás sí. Y trato de comprenderla. Confieso que me cuesta trabajo. En fin… quizás hoy es un buen día para morir…