El libro y la lectura en tiempos de AMLO

Alejandro Zenker


Un nuevo gobierno trae consigo oportunidades de cambio en muchos terrenos y, siendo el del libro, la lectura y la gestión cultural lo que desde el punto de vista profesional más me inquieta, he estado imaginando diversos escenarios que podrían cambiar para bien el maltrecho panorama que hemos estado viviendo. Sé que suelen prevalecer los muchos intereses que impiden que vivamos en México una verdadera transformación cultural —y editorial— como la que tan urgentemente necesitamos. Sin embargo, soñar nada cuesta, como tampoco cuesta proponer. Por eso les comparto algunas notas, reflexiones en proceso de maduración, sobre los cambios que creo urgentes, convenientes, necesarios en materia educativa, cultural y particularmente editorial.

Educar para la diversidad
Parto del replanteamiento por parte de AMLO y de su equipo de la “Reforma Educativa” impulsada en el presente sexenio, de la cual se derivó la exigencia de evaluar al magisterio. Evaluarlo no está mal, se plantea. La pregunta es: qué vamos a evaluar. Hay, detrás del cuestionamiento, un razonamiento muy interesante. Hoy en día lo que se busca es educar atendiendo a la diversidad. El mundo es muy diverso, y atrás han quedado los totalitarismos que buscaban crear ciudadanos amoldados a las ideologías de los gobernantes. El ser humano nace con infinidad de capacidades, algunas más desarrolladas o susceptibles de ser estimuladas que otras. De allí que existan modelos educativos que buscan precisamente apoyar al alumno según sus circunstancias, según sus aptitudes y necesidades. Educar para esa diversidad requiere maestros bien formados que sepan detectar precisamente esas capacidades especiales. Maestros que, en efecto, no pueden ser formados ni evaluados a rajatabla. Allí es donde entra el tema del libro de texto.

El libro de texto y la diversidad
Conocemos bien las razones por las que surgió el libro de texto único, gratuito y nacional. Constituyó un parteaguas en la educación en México sin el que no se entendería quizás el avance en el combate al analfabetismo y el mejoramiento del nivel educativo de la población. Sin embargo, creo que ya superamos en buena medida esa etapa y que el libro de texto único se ha convertido en un obstáculo en muchos sentidos, más que en un acicate para el progreso. Adicionalmente, al convertirse el Estado en editor que monopolizó durante tanto tiempo el libro de texto, frenó el desarrollo de la industria editorial y nunca implementó mecanismos para, al menos, propiciar una vinculación entre libro de texto y circuito del libro. El libro de texto único se convirtió también en una herramienta de manipulación ideológica. En términos actuales, atenta contra la diversidad y la democracia. ¿Qué es lo que necesitamos hoy en día? Abrir las puertas al surgimiento de infinidad de propuestas que enriquezcan el amplio espectro del sistema educativo nacional. ¿Cómo? Incorporando a la industria editorial a la labor de generación de propuestas que atiendan, sí, los programas generales definidos por la SEP, pero con amplia libertad para desarrollarlos creativamente. Los maestros deberían tener la posibilidad de escoger sus materiales de entre una multitud de propuestas. Se formaría, así, la mancuerna idónea entre la SEP, los maestros y los editores para beneficio de los alumnos.

Darle una nueva oportunidad a la industria editorial… nacional
Involucrar a la industria editorial, que competiría libremente para desarrollar propuestas en mancuerna con científicos, académicos, pedagogos, maestros, diseñadores, ilustradores, etc., no solamente enriquecería la oferta, también robustecería de manera notable a la industria editorial tan golpeada a lo largo de los últimos lustros y volvería a inyectar bríos al libro mexicano en el ámbito nacional e internacional. Habría que tener cuidado de no caer en los viejos vicios de favorecer de nueva cuenta a las grandes corporaciones extranjeras, sino más bien buscar el fortalecimiento del capital y del talento nacional. El Estado mantendría la rectoría sobre los lineamientos educativos básicos, en la medida en que será el que autorice en última instancia los contenidos sin caer en la censura.

El círculo vicioso de la distribución y venta
El Estado no sólo ha mantenido el monopolio sobre la elaboración e impresión de los libros de texto; también lo ha hecho sobre la distribución. Entendamos que los libros de texto son las obras con mayor circulación en nuestro país. Sin embargo, en lugar de aprovecharlos para motivar a niños y jóvenes a que se acerquen a las librerías, usándolas como centros de distribución, se ha optado históricamente por llevar a cabo una distribución directa. Si, además de involucrar a la industria editorial en la elaboración y producción de libros, se usaran las librerías como espacios para repartirlos, con la posibilidad de que adicionalmente puedan surtir otros materiales escolares, se mejoraría enormemente al abatido sector librero y se fomentaría la creación de nuevas librerías en el territorio nacional, en particular si, además de las librerías y cadenas existentes, se crea una red nacional de librerías de barrio, pensadas no solo como centros de venta de libros, sino también como núcleos de gestión cultural en los barrios, que son los enlaces básicos del tejido social. Porque en este México sacudido por la violencia y la injusticia social necesitamos trabajar en los barrios para recomponer la formación de relaciones humanas. Bibliotecas y librerías pueden ser articuladores básicos para lograrlo, pues se pueden conectar, por la lógica de sus misiones, tanto con el engranaje educativo (escuelas) como con el cultural.

La distribución en librerías y bibliotecas como centros de recomposición del tejido social a partir del barrio
Volviendo al tema de la distribución del libro de texto, en la actual situación, en que no contamos ni siquiera con una librería por municipio, se tendría que recurrir en un inicio también a las bibliotecas. Librerías y bibliotecas pueden y deben ser engranajes de un tejido mayor encaminado a fomentar la lectura y vincularla con la cultura en todo el país. EDUCAL, por otra parte, puede convertirse, a través de sus más de 80 librerías, en el núcleo descentralizado para la formación y capacitación de los libreros en cada rincón de la República. Al ser las librerías entidades de comercio, pueden convertirse rápidamente en centros rentables a través de políticas de apoyo e incentivos bien canalizados. Hay que impulsar una política de apoyo a la creación de librerías, a la capacitación de libreros/gestores culturales, y facilitarles el surgimiento y consolidación a través de créditos blandos y beneficios fiscales. Por otro lado, hay que hacer uso de las tecnologías para que los libreros, aun cuando cuenten con poco espacio físico, puedan manejar un gran catálogo bibliodiverso, por ejemplo, a través de la eDistribución (producción de libros bajo demanda). Esta posibilidad tecnológica puede ayudar, además, a satisfacer necesidades muy específicas de comunidades que requieren apoyos educativos particulares.

El FCE como entidad complementaria, y no competidora, de la industria editorial
Si el CONALITEG es una entidad cuya actividad merma enormemente el potencial de la industria Editorial Mexicana, el Fondo de Cultura Económica es una institución que compite deslealmente con las editoriales que bregan por su sobrevivencia. Esa entidad debe convertirse por igual en un impulsor, y no en un competidor, de la industria editorial mexicana, en un complemento que publique obras importantes pero de difícil difusión y financiamiento. Ya en el pasado apoyó a los editores independientes para que realizaran en sus instalaciones (Librería Rosario Castellanos) su feria del libro, y buscó la inclusión de parte de estos catálogos a las librerías que el FCE tiene en México y en otros países. Ser facilitador del libro mexicano, y editor de obras fundamentales aunque no comerciales debería ser la función primordial del Fondo.

Indautor, o la burocratización de las gestiones
El Instituto Nacional de Derechos de Autor (INDAUTOR) ha sido una instancia que, lejos de facilitar, ha obstaculizado el ágil desempeño de la industria editorial. Gestionar los ISBN es tardado, caro y burocrático. Esa entidad no ha entendido que nos encontramos en una época de rápidos cambios, en la que los tiempos de producción se han reducido enormemente y donde la oportunidad en muchos casos es esencial para el éxito de un proyecto editorial. Los días y a veces semanas que tardan en emitir el ISBN resultan en ocasiones mortales. Cada vez es más frecuente que libros salgan sin el registro correspondiente. Por eso, y otras razones, parte de las funciones de INDAUTOR deberían pasar a manos más ágiles. Quizás la CANIEM podría asumir con mucha mayor agilidad, comprensión de las necesidades y el sentido de urgencia del gremio la gestión y asignación tanto del ISBN como del ISSN.

Multiplicar las becas y los apoyos, garantizar la publicación y difusión de las obras
Muchas obras y proyectos editoriales serían inviables sin apoyos económicos. Por ejemplo, en el caso de obras traducidas, muchas de las cuales tendrían un precio de venta al público inviable si no fuera por las subvenciones nacionales o internacionales a esa labor. Por eso es importante no sólo mantenerlos, sino multiplicarlos. No obstante, el esfuerzo debe redoblarse de manera que las obras beneficiadas con esos recursos también los obtengan para la publicación y difusión. Aunque mejor sería que todas esas obras fueran incorporadas a un Sistema Nacional de Difusión que contemple la producción de libros bajo demanda (eDistribución), así como su difusión en su modalidad tanto electrónica como en audiolibro.

Las artes y los oficios del libro
Al margen de la polémica en torno al libro impreso vs el libro electrónico y las numerosas nuevas manifestaciones apoyadas en nuevas tecnologías, la vinculación con el papel, con las artes y los oficios del libro y materias que lo circundan, es de gran importancia. Independientemente de las políticas de gobierno y de los intereses de la industria editorial, ha surgido en México un notable movimiento de rescate de las artes y los oficios del libro: fabricación de papeles, artes de encuadernación, entintado de papeles y otros materiales, fabricación de herramientas de encuadernación artesanal, tipografía con tipos móviles, artes de la impresión artesanal. Todo eso enriquece el escenario nacional del cultivo de las ciencias, artes y oficios del libro que deberían encontrar su expresión en ofertas cada vez más diversas en las escuelas a nivel nacional. Las artes y oficios del libro deberían encontrar espacio como materias optativas en el sistema escolar mexicano.

Los proyectos alternativos y las editoriales independientes
Desde hace años hemos estado hablando de un movimiento o fenómeno identificado como “editoriales independientes”. El puro epíteto ha generado infinidad de polémicas. Lo cierto es que, como contrapeso a las políticas “bestsellerizadas” de la gran industria transnacional del libro, han surgido proyectos editoriales micro, pequeños y medianos que han sabido (o no) abrirse paso y que han enriquecido notablemente la bibliodiversidad. Experimentan, dan a conocer nuevas plumas, nuevas propuestas, arriesgan. Lo cierto es que se ha abierto un gran vacío entre lo que las cada vez menos grandes editoriales publican, y lo mucho que se produce. Apoyar esos proyectos debe convertirse en política de estado. No para generar zánganos del erario, sino para fomentar la industria cultural del libro a la que México puede aportar mucho. Dar para que surjan, prestar para que se consoliden, soltar para que crezcan con independencia. Esos proyectos son y pueden seguir siendo fuente de la mayor riqueza editorial, independiente, experimental, de nuestro país. Pilares no de lo que se va despidiendo, sino de lo que viene.

Las muchas escrituras, las muchas lecturas
Todo esto no pretende, por supuesto, soslayar de manera alguna la importancia que tienen hoy en día las muchas escrituras, por ejemplo, los blogs y las publicaciones en redes sociales, como tampoco otras formas de apropiarse de los contenidos, como el audiolibro o los videos. Precisamente la creación de esa red de librerías de barrio impulsaría la capacitación para mejorar la comunicación y la creación, así como la experimentación. Premios que hoy solo se otorgan a la “crema y nata” de la creación, podrían extenderse a esas membranas básicas de la sociedad desprovistas de oportunidades y reconocimientos.

La ley del libro
La del libro es una ley que nació muerta y se perdió en el desierto del desprecio hacia la cultura. Es vital revisarla para revivirla dotándola de todos los elementos que la conviertan en una ley funcional y útil para el desarrollo de la industria editorial y para el fomento de la lectura. Hay que cuidarse, sin embargo, de querer reglamentar en exceso en una época de grandes cambios. La industria necesita flexibilidad, es decir, contemplar la posibilidad de ajustes en función de los avances tecnológicos y los cambios en las preferencias de los lectores. Una ley que promueva y que no frene las iniciativas, que fomente la creación de microempresas y no las obstaculice, que incentive el uso de nuevas tecnologías y no las cohiba con reglamentaciones absurdas que no las contemplan. Una ley con los pies en la tierra del presente, pero un ojo dinámico puesto en el futuro.

En suma
Esperemos que el cambio político que tantas transformaciones prevé, también incluya un reordenamiento de la política de gobierno hacia el libro y la lectura. Poner los libros de texto en manos de la industria editorial puede desencadenar muchos factores positivos que beneficiarán en última instancia a la población en general. Pero eso, si no va acompañado de un ambicioso programa de creación y apoyo de librerías, particularmente de barrio, así como de bibliotecas a nivel nacional y compra de libros para nutrirlas, no arrojará por sí mismo los resultados deseados. Ojalá este nuevo gobierno tenga la visión para acometer estas tareas con valentía. Sin duda, muchos editores y libreros estaremos dispuestos a apoyarlas con entusiasmo.