Los editores también roncan

Los editores también roncamos. Pero, ¿quién no ha sufrido los ronquidos propios y ajenos? Mi padre roncaba. Fuerte. Particularmente cuando dormía la siesta. Nadie se atrevía a hacérsela de tos. Ignoro cuándo me enfrenté por primera vez al fenómeno. Pero llegó para quedarse. Nunca faltó quién roncara a lo largo de mi vida social. Cuando… Continuar leyendo

Muchos libros llevan a vivir historias de amor

Muchos libros contienen historias de amor. Y muchos libros llevan a vivir historias de amor. Ese ha sido mi caso. Cinco años atrás la intención de publicar un libro de poesía me llevó a conocer a una inquietante mujer de sólo 29 años. Sentimos una inusual atracción animal que nos llevó a la postre a vivir inenarrables acontecimientos cargados de un erotismo plasmado en fotos y recuerdos. Sin embargo, como en toda buena novela, en nuestra historia hubo de todo: buenos y malos, verdades y mentiras, fidelidades y traiciones, deseos irrefrenables llenos de obstáculos, aventuras dignas de Boccaccio que dieron vida, en este nuevo milenio, a mi linda Fiammetta a la que yo, como él, cortejé y sigo cortejando sin descanso. Cada mañana -en un acto clandestino que genera rumores en los pasillos de las letras y de los textos que son leídos, las tipografías que comienzan a tomar forma, los pliegos que escupen sin cesar las impresoras, los alterones de papeles y cartulinas, las encuadernadoras y demás artilugios que llevan la imaginación de sápatras lectores por los pasillos de la pasión y la lujuria- cada mañana, decía, nuestros cuerpos, que escapan de la peste bubónica de la vida sin sentido que pareciera rodearnos fuera de este espacio ermitañamente solariego, se funden en un lento abrazo que va llenando todo de sudor, de fluidos lascivos, de besos y tanto lentas como furiosas penetraciones, gemidos y gritos ahogados en el silencio de nuestras cuatro paredes. Cada mañana nuestros cuerpos escurren por puertas y ventanas, por rendijas cavadas por la polilla, y fecundan el aire literario de nuestros recintos editoriales. Lo mismo las tardes, y luego las noches. Dicen, quienes saben de esto, que Solar y Ediciones del Ermitaño huelen a sexo. Pienso, que no lo sé de seguro, que se debe a la labor fecunda de todos los que aquí trabajamos. Pero ese no es el tema. El asunto es que hoy, viernes primero de noviembre, mi prietita cumple años. Pero pareciera que los descumple, pues cada día se ve más joven, más linda y más rozagante. Y yo no puedo estar más agradecido por esta oportunidad que me da la vida de vivir un capítulo rosa en medio de los grandes altibajos en la existencia sin los cuales toda novela que valga la pena sería terriblemente aburrida.

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La traducción en la época de la transición digital del libro

“La traducción en la época de la transición digital del libro” es un trabajo que presenté en El Colegio de México y que les comparto. Sin duda la traducción es un terreno propicio para todo tipo de elucubraciones ahora que estamos abordando con peculiar insistencia el tema del futuro del libro y, con ello, del futuro de la comunicación. Ya en mis épocas de estudiante, mientras recorría los pasillos del ColMex, elucubraba tímidamente sobre los futuros alcances de la traducción automatizada. Hoy sigue siendo un fascinante tema de reflexión tanto por los avances que se están teniendo como por las complejidades que le son inherentes.

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