Una llamada telefónica: Huberto Bátiz

Hoy por la mañana, mientras estaba fuera, me llamó Huberto Bátiz, pero no me encontró porque Noemí y yo nos habíamos ido a comprar algunos artículos de cómputo que necesitaba yo y unas botellas de vino tinto porque ya nos cansaron las chelas. Así que le devolví de inmediato la llamada y hablamos un buen rato. Me preguntó sobre nuestro muy querido amigo en común, Gustavo Sainz, y recordamos cuando, años atrás, nos reunimos en mis oficinas a comer porque Gustavo quería hacerle una entrevista que se convirtió en sabrosa charla en la que fluyeron infinidad de anécdotas que sólo ellos dos podrían haber generado. Huberto me recordó que esa reunión la celebramos el día que murió “Cachirulo”, pues de aquí se fue al funeral, de manera que debe haberse llevado a cabo el 27 de agosto del 2004, es decir, hace más de once años. Esa histórica conversación, que duró varias horas, la grabé en uno de esos viejos aparatos de mini casetes. La intención era transcribirla para uno de los números de la revista TransgresiónES que impulsamos Gustavo y yo y de la que sólo publicamos tres números, incluyendo el cero. Sin embargo, cuando envié los casetes a transcripción, éstos desaparecieron trágica y misteriosamente.

Desde que conocí a Huberto, mi vida se llenó de anécdotas que giraban en torno al erotismo, la literatura y el periodismo. Tengo publicado en Ediciones del Ermitaño un libro suyo, titulado “Amor por amor”, en donde alternan sus textos con las fotos que le tomé acompañado de una modelo desnuda. No pocas veces coincidimos en presentaciones y mesas redondas para hablar sobre erotismo y pornografía. Si mal no recuerdo, fue él quien por primera vez me contó sobre “La Congelada de Uva”, entre infinidad de otros personajes que deambularon por el suplemento “Sábado” y las aulas de la UNAM.

Hoy le pregunté que por qué no publica un nuevo libro. “Porque no tengo editor”, me dijo. Sabe, sin embargo, que lo tiene. Esta semana iremos a verlo y seguro armaremos sabrosos proyectos.

Que me lleve a mi prietita y que no olvide la cámara, me advirtió. Así lo haremos. Esta vez, el Pichi se quedará solo en casa…