Noemí y yo: siete años perversamente traviesos…

Hoy, 4 de octubre, Noemí y yo cumplimos siete años perversamente traviesos. Fijamos la fecha al azar porque ya ni nos acordamos bien del día y del mes en que nos vimos por primera vez en ese 2008. Nos unió la poesía. Luego el sexo. Estamos ambos convencidos de que de inmediato nos enamoramos perdidamente pese a las circunstancias adversas que vivíamos. Cometimos el gran error de no seguir nuestros impulsos en su momento. Nos habríamos ahorrado, ambos, muchos innecesarios sufrimientos. Porque aquellas primeras noches de intensa pasión, de intercambio de fluidos, de exploración de nuestros cuerpos, de total entrega a nuestras desmedidas y sabrosas perversiones, habrían de dejar su marca en el ADN pasional que nos caracteriza. Lo que siguió fue una carrera con obstáculos. Al no seguir mis deseos, sufrí inmensas desventuras al lado de una mala mujer que se dedicó a hacerme la vida de cuadritos, a hacerla pedazos, mientras que Noemí sufrió sus propios tropiezos. Pero allí seguíamos, fieles a nuestras atracciones, como imanes destinados a coincidir de nueva cuenta en el trayecto para no despegarnos jamás, pese a la inexistencia del concepto “jamás”. Fue ella la que tomó la iniciativa. O nos venimos juntos, me dijo, o me vengo por mi cuenta. Algo así. Había pasado crueles desventuras a manos de un supuesto amigo mío que traicionó vil y vulgarmente sus lujuriosos juramentos para quedar como el más cabrón rufián que es, a la par de la arpía con la que yo estaba y que, por otro lado, no había sino engañado mis sentimientos. Así, embaucados uno y otro, Noemí y yo nos reencontramos de nueva cuenta, dañados, golpeados, engañados, tristes pero esperanzados. Esta vez ambos asumimos el costo y nos entregamos a lo que debimos haber hecho desde que fijamos nuestras miradas, desnudamos nuestros cuerpos y nos entregamos con furia a lo que hemos venido al mundo, es decir, a amar y a coger como si no hubiera un mañana. Pase lo que pase en el futuro, hoy puedo decir que no he tenido jamás mejor compañera, mejor amiga, mejor cómplice y, por supuesto, mejor amante, que Noemí. La quiero desmesuradamente. Compartimos la pasión carnal y emocional, pero también la que envuelve a los proyectos en los que estamos trabajando. Podemos coger con salvajismo atroz para, luego, hablar de cómo solventar tal o cual asunto y lanzarnos enseguida a la siguiente embestida. No sabemos cuánto durará, pero eso no nos importa. Por lo pronto hoy festejamos siete años de haber coincidido en este fascinante camino, casi dos ya de vivir juntos y de compartir lecho día y noche, una eternidad de estar tomados de la mano cogiendo y regando a nuestro paso los fluidos que salpicamos esperando que ayuden a que en el mundo reine la cultura, el amor, la amistad, el sexo, la diversidad y la satisfacción plena y total de las vaginas, los penes, los culos, las lenguas, las nalgas, los pechos, los cuellos, los pezones, los párpados, el placer, la felicidad y la sabrosa honestidad de la perversa complicidad de los cuerpos…