Expo Publica: crónica de un fracaso anunciado…

Sin rodeos: Expo Publica es un reverendo y soberano fracaso. Con un nombre que no podría haber sido peor escogido; con nula publicidad; planeada para comenzar al finalizar la semana santa y al iniciar clases, cuando todos andan ya “gastados”; con un absurdo cobro de boleto de entrada; realizada cuando se llevan a cabo otras actividades con ya larga trayectoria, como la Fiesta del Libro y de la Rosa por parte de la UNAM y que es gratuita; con sede en el WTC, espacio sin trayectoria librera… caray, con todo eso en contra apuntaba a convertirse en una crónica de un fracaso anunciado. Lo pensé mucho antes de apuntarme para participar como Ediciones del Ermitaño. Habría, me dijeron, un espacio para las editoriales independientes. ¿Con qué me encuentro? Con un triste y maltrecho librero, que nos salió muy caro, en un stand de 3 x 3 compartido con otras dos editoriales. Me siento francamente timado. Los pasillos tristemente vacíos, con personal de las editoriales sumido en el aburrimiento. Hay más, mucho más personal, que público. Las ventas son nulas. Es de esperar que todos, absolutamente todos, habrán salido perdiendo al final del día. ¿Cómo justificar tantos desatinos? Ya habíamos sufrido años atrás el tristemente célebre “Festival de la Palabra” allá en el Centro Banamex, junto al Hipódromo. Pero aún ese engendro estuvo más visitado, pese a su pésima ubicación, que esta Expo, que para sumarle puntos al entuerto tiene como invitado de honor… ¡a la SEP! Durante muchos años, la industria editorial ha criticado la función editora del estado que, al monopolizar la producción de libros de texto, ha minado las posibilidades de crecimiento de la industria editorial en el país. Invitar a tu “enemigo” histórico es… simplemente absurdo. Además, ¿qué atractivo podría tener para los lectores un invitado de honor al que todos hemos sufrido a lo largo de nuestra educación escolar? Dudo que alguien se lance en esta ciudad para conocer las publicaciones de esa entidad gubernamental. Generalmente, un invitado de honor a una feria trae su oferta cultural, distinta a la que prevalece en el lugar en el que se lleva a cabo: música, danza, teatro, producción editorial… Se convierte en un importante polo adicional de atracción. ¿A quién iba a traer la SEP? ¿A Chuayffet bailando el Ula Ula? En este engendro de feria hay una ausencia de atractivo. ¡Y ni siquiera hacía falta innovar gran cosa! Tenemos una de las ferias más profesionales, importantes y exitosas a nivel mundial: la FIL de Guadalajara; contamos con ya años de experiencia en la organización de una feria del libro independiente, que tiene lugar en la librería Rosario Castellanos del FCE; y hay temas de gran importancia que se podrían abordar de manera destacada, como lo es el quehacer editorial en la época digital. Muchos editores están sacados de onda. El Pichicuaz y yo estamos francamente encabronados.