El blog y las redes sociales como antesala de la cibercreación y la ciberliteratura

Si mal no recuerdo, fue hace ya más de 15 años cuando inicié, accidentalmente, una aventura de difusión poética. Acostumbraba leer poesía todas las noches. De mis lecturas extraía los fragmentos que más me gustaban y se los enviaba, una vez a la semana, a un pequeño grupo de amigos por correo electrónico.

Mis amigos comenzaron a reenviar mis correos a otros amigos o solicitaban que añadiera a fulano y a mengano en mi lista. De esta suerte, pronto me encontré batallando con el Outlook para mandar mi selección semanal a las más de 2 500 personas que figuraban en aquel listado. Recibía respuestas de lectores de más de 10 países que aplaudían o criticaban mis gustos. Se había convertido en una especie de boletín poético al que nombré “Literalia”.

Mandar esa cantidad de correos se convirtió en una verdadera talacha, un tanto insufrible si consideramos que contaba con un ancho de banda de sólo 64 Kb a través del enlace telefónico. Así las cosas, un día decidí que ya no era manejable seguir usando el Outlook y debí explorar para encontrar un servicio —que si mal no recuerdo se llamaba egroups, luego sustituído por Yahoogroups—, que permitía automatizar el proceso de envíos.

Como mi lista era grande para los parámetros de esa época, los administradores me pidieron que se las enviara para que montaran el servicio. Lo hice. Sin embargo, hubo un pequeño problema: configuraron la lista como grupo de discusión y no como lista de distribución. Eso ocasionó que, al enviar el primer boletín, cada respuesta de los destinatarios le llegara al resto de los que integraban la lista. En cosa de horas se armó un gran caos. Una empresa trasnacional tuvo que apagar su servidor para evitar la llegada masiva de esos correos, del FCE me llamaron para preguntar qué sucedía, a algunos se les bloqueó su cuenta y no la pudieron rescatar. Debí borrar la cuenta y partir de cero. Fue uno de los primeros episodios de spam literario en México y, para mí, las horas más angustiantes que recuerdo de mi vida cibernética. Sin embargo, aprendí. Aún no existían las redes sociales como las conocemos hoy en día.

Hoy hago uso intensivo y extensivo de las redes sociales. No sólo de Facebook, Twitter, LinkedIn y Google plus, entre otras, sino también de una red de redes que he generado. Este experimento surgió a partir de una agrupación de artistas visuales que se conformó en 1994. Ese año, un curador norteamericano, Luis de la Cruz, me invitó a participar en una exposición colectiva de arte erótico. Los artistas que confluimos en esa ocasión coincidimos en que todos enfrentábamos grandes dificultades al tratar de encontrar espacios para exhibir nuestra obra. Decidimos formar AVE (Artistas Visuales del Erotismo) y trabajar conjuntamente. Años después, en el 2008, cada vez más fortalecidos con la integración de otros artistas, apuntalé nuestra organización con la creación de una red. Para entonces ya existía software especializado para la gestión de redes sociales profesionales. Una vez creada, la agrupación creció de tal suerte que hoy la conforman más de 450 artistas. Cada uno con su blog, con posibilidad de interactuar con los demás, anunciar actividades, subir fotos y videos, etcétera.

 

A partir de esa experiencia, armé redes en torno a mis demás actividades. Había creado, en el 2003, el Instituto del Libro y la Lectura, A.C., entre cuyos objetivos estaba trabajar en los terrenos de la gestión cultural, la agrupación nacional e internacional de editores, la traducción y la exploración de nuevas manifestaciones en materia de creación literaria basadas en las nuevas tecnologías, es decir, la ciberliteratura. Así fui creando poco a poco esa red de redes que han ido creciendo, cada una a su paso, con independencia de la otra, pero interconectadas, ya que la intención era fomentar la interdisciplinariedad.  Por otro lado, las redes debían tener una base presencial, por lo que, en el terreno del libro, impulsamos y participamos en diversas actividades relacionadas con el tema y fomentamos otras.

Por ejemplo, el Instituto del Libro y la Lectura promovió la creación de la Red Internacional de Editores y Proyectos Alternativos (RIEPA), que celebró este año, por segunda vez consecutiva en México, el encuentro de EDITA, que también se lleva a cabo en España y en Colombia. En materia de gestión cultural realizamos el año pasado las jornadas de vinculación de gestores culturales en colaboración con el Tec de Monterrey. El Instituto envía regularmente a miles de profesionales un boletín electrónico que sintetiza lo más importante de las noticias en el terreno del libro y la lectura y coedita, con Ediciones del Ermitaño, la revista Quehacer Editorial tanto en soporte papel como electrónico. Estas son muestras de una organización profesional apuntalada por una red social con resultados tangibles, no sólo virtuales, sino presenciales. De estas iniciativas han emergido infinidad de proyectos bilaterales y multilaterales entre los propios miembros, sin necesidad de mi intervención, dada la estructura horizontal que hemos creado. Por supuesto, estas redes están enlazadas a Facebook y Twitter, de manera que lejos de oponerse, se complementan.

Un ejemplo externo que me parece destacable es el que se desprende de una red creada por unos amigos en España, a imagen y semejanza de las que formé en México. Se trata de una red de artistas del libro. Hasta hace poco, los artistas del libro trabajaban de manera aislada, pensando en la soledad de sus creaciones, con pocas posibilidades de darle difusión a sus obras. La naturaleza del libro de artista ha sido elitista, circunscrita a un círculo reducido de conocedores. A partir de la creación de esta red, que hoy cuenta con más de 2 000 miembros en Europa y América, comenzaron a surgir y a multiplicarse los proyectos de colaboración no sólo nacionales, sino internacionales. Es decir, un pintor en España puede trabajar con un grabador en Argentina y culminar el proyecto con un encuadernador en México y luego armar una exhibición global en la red. Pero también compartimos técnicas y experiencias, y las ideas para nuevos proyectos así como las propuestas de exhibiciones se multiplican. Si esto está sucediendo en el terreno del libro de artista, que tradicionalmente ha sido una labor solitaria… ¿qué no está ocurriendo en otros campos?

 

Hasta aquí pareciera que hablamos de la red social como una simple herramienta de comunicación, como en el caso del blog. Sin embargo, podríamos decir que el blog en sí es ya un ciberproducto creativo de carácter individual al igual que la red social, aunque ésta de carácter colectivo. Al unir cada vez más elementos multimedia, como el video, las animaciones, las fotos, el sonido y, por supuesto, el texto, se convierten en productos únicos que permiten lecturas asimétricas, no lineales, que cambian constantemente. Son “libros” o revistas siempre en proceso de construcción, nunca acabadas. Lecturas que se van creando y cuya estructura se transforma conforme avanza la tecnología.

A diferencia del papel, que representa un soporte estático, unidireccional, blogs y redes sociales se transforman aunque mantengan los mismos contenidos del pasado y vayan evolucionando en función de la actividad de sus usuarios, de sus autores. Productos personales, de un autor o colectivos. Como de hecho lo es la ciberliteratura emergente. En algunos casos, como las redes que menciono, al igual que en Facebook y Twitter, hay un espacio estructurado sobre el que se van montando los contenidos. Es difícil salirse del esquema predeterminado por los ingenieros que dan vida a esos motores. En los otros, los ciberproductos creativos de nueva generación, la producción puede ser de una enorme complejidad y romper todo esquema establecido.

Si analizamos las redes sociales profesionales como espacios no sólo de interacción, sino particularmente de lectura, comprenderemos en qué sentido se están transfigurando el lector y la lectura. En función de los seguidores que uno tiene o de la cantidad de usuarios a los que uno sigue, Twitter es una secuencia infinita de fragmentos aparentemente inconexos. Si sigues a más de mil personas, como es mi caso, los mensajes que fluyen incesantemente, día y noche, constituyen un discurso de enorme complejidad e infinidad de temáticas. Si hoy en día lo que más se lee, a fin de cuentas, son mensajes de celular, tweets, blogs y redes sociales, y en muchos casos prácticamente al mismo tiempo, podríamos decir que gran parte de la humanidad está leyendo una obra colectiva en cuya confección todos participamos.

 

Por otro lado, si partimos de que estamos viviendo el surgimiento de una nueva generación, y que con esto la humanidad experimenta un proceso de transición en la que conviven muchas generaciones diversas, cuya manera de comunicarse comienza a diferir a tal grado que convierte a unos en analfabetas funcionales en relación con los otros, podemos imaginar lo que se avecina. Nunca antes se había creado ni difundido tanto como ahora. Nunca antes crear y compartir había sido tan fácil. Y eso que estamos apenas en los inicios de esta gran revolución.  Claro, compartir no significa ser leído. Pero sí ingresar al mar de las ilusiones de la existencia perenne y la fama inmediata que, en la realidad, se reduce, si acaso, s los 5 minutos a los que cada humano puede aspirar.

 

Soy editor. De hecho, tres de los que hoy me acompañan son autores de Ediciones del Ermitaño. Tuve oportunidad de vivir la evolución de la industria de las artes gráficas y de la industria editorial desde el linotipo hasta la impresión digital, de la que fui pionero en México. Hoy trabajamos en un gran proyecto encaminado a nutrir de contenidos digitales al mercado hispanohablante y, paralelamente, observo la evolución de los contenidos que harán que el soporte papel desaparezca más pronto de lo que podríamos imaginar. Hace poco, Bob Stein, del Instituto para el Futuro del Libro, estuvo en México y conversamos sobre la necesidad de sensibilizar al medio autoral, editorial y cultural sobre los cambios inevitables que ya están en marcha y que deben ser más que bienvenidos, ya que propiciarán por primera vez una bibliodiversidad inimaginada hasta ahora. Pero no sólo eso. La manera de crear y la manera de asimilar contenidos cambiarán radicalmente. No se trata sólo del cambio de soporte, es decir, del papel al digital. Sino de otros numerosos elementos que apenas vislumbramos más allá de los componentes multimedia, de la interactividad, e incluso de la previsible y pronta incorporación de la tridimensionalidad a las creaciones. Por lo pronto, nos espera un periodo de transición que quizá no dure más de 10 años, a lo largo de los cuales, entre otras cosas, los nativos digitales estarán en plena adultez y periodo creativo.

 

Mucho se ha hecho, pero más está por venir. Hasta el año 2000, Google calculaba que, a lo largo de la historia de la humanidad, se habían producido alrededor de 130 millones de libros sin contar periódicos, revistas, mapas, obras de arte, etc. Para ese año, Google ya había digitalizado 12% de esa producción. Por otro lado, en 2011 llegamos a los 7 mil millones de habitantes, y se calcula que para el 2050 serán más de 9 mil millones. Los inmigrantes digitales, es decir, los de nuestra edad, estarán en proceso de extinción, y serán los nativos digitales quienes habrán tomado las riendas del futuro de la humanidad.

Así las cosas, este año se han publicado ya más de un millón de nuevos títulos de libros. Tan sólo el día de hoy se vendieron más de 4 millones de celulares. Hay casi 2 300 millones de internautas en el mundo. Y hoy, tan sólo hoy, fueron enviados más de 300 000 millones de correos electrónicos y 201 millones de tweets. Finalmente, en este día habrán sido “posteados” más de 3 y medio millones de entradas a blogs. En un solo día. Por lo tanto, habrá que preguntarnos si la lectura de la “vieja” literatura tendrá lugar. Si no es el caso, en realidad no importa. Hay tantísimo qué leer, tanto qué explorar —además de lo que se seguirá produciendo—, que será imposible absorberlo todo. Asimismo, los conceptos de “lectura”, de “literatura”, así como el de “libro”, irán cambiando, como de hecho lo están haciendo. Quizá se acerquen cada vez más a la sinfonía, a la música. Reflexiona George Steiner en su ensayo El silencio de los libros: “Una bulliciosa multitud de comunidades étnicas, de mitologías elaboradas, de conocimientos naturales tradicionales ha llegado hasta nosotros al margen de toda forma de alfabetización. No hay un solo ser humano en este planeta que no tenga una u otra relación con la música. La música, en forma de canto o de ejecución instrumental, parece ser verdaderamente universal. Es el lenguaje fundamental para comunicar sentimientos y significados. La mayor parte de la humanidad no lee libros. Pero canta y danza.”

 

*azg/22/11/2011

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