La fotografía de Zenker en la Feria Internacional del Libro de Miami

MIAMI, EEUU, oct 22 (Librusa) – Carlos Monsiváis, Enrique Krauze, Ignacio Padilla y Mónica Lavín figuran en una lista de por lo menos 12 intelectuales mexicanos que participarán este año en la Feria Internacional del Libro de Miami, que se celebra del 2 al 9 de noviembre.

De acuerdo con fuentes del Consulado General de México en esta ciudad estadounidense, es la primera vez que en la FIL de Miami participan tantos autores mexicanos juntos.

Son “intelectuales y creadores mexicanos pertenecientes a distintas generaciones y ampliamente reconocidos dentro y fuera de México”, indica un comunicado.

El grupo ofrecerá conferencias y tomará “parte activa en diferentes mesas redondas y presentarán sus libros para compartir lo más reciente de su obra en Miami, donde muchos de ellos son bien conocidos por el público lector”, según la fuente.

“Se ha previsto que junto a otros prestigiados autores iberoamericanos, participen en la Feria Internacional del Libro los ensayistas Carlos Monsiváis y José Luis Ibáñez, el historiador Enrique Krauze; los novelistas Ignacio Padilla, Rubén Martínez, Juvenal Acosta, Mónica Lavín y Jorge F. Hernández; los poetas Hugo Gutiérrez Vega, Francisco Hernández y Jorge Valdés Díaz-Vélez, y el fotógrafo Alejandro Zenker”, destaca la nota.

“México contará además con un pabellón en la FIL de Miami, en el que se presentarán diversas obras del catálogo del Fondo de Cultura Económica así como de otras editoriales mexicanas. En los espacios del pabellón también participará el Consejo de Promoción Turística con materiales de divulgación sobre los diferentes destinos que ofrece nuestro país”, concluye el comunicado.

http://www.librusa.com/noticias_200310.htm

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POESÍA, PORNOGRAFÍA Y SUPLEMENTOS

 

Hugo Gutiérrez Vega
La Jornada Semanal
Domingo 4 de enero de 2004

En la Feria Internacional del Libro de Miami, la presencia latinoamericana es cada día mayor. Este año, además del ubicuo señor Vargas Llosa, del cronista máximo Carlos Monsiváis y de su lector de poemas por antonomasia, el maestro José Luis Ibáñez, anduvimos algunos más leyendo textos y, según lo informó el pudibundo Nuevo Heraldo, cometiendo actos de pornografía y otros escándalos no propios de nuestra seriedad literaria y de nuestra supuesta contextura moral (ese ilustre diario es de moral sospechosa, ya que sospecha de la moral de los demás). Mónica Lavín leyó un formidable relato que reúne temas clásicos con un tratamiento novedoso; Jorge Fabricio Hernández nos permitió revisitar algunos parajes de su emperatriz de Lavapiés y nos regaló las primicias de su novela sobre Patricio Redondo, el maestro español republicano, seguidor de Freinet y de los métodos de la Institución Libre de Enseñanza, anarquista y lector de Reich, que tanto bien hizo a los niños de la región de San Andrés Tuxtla. Jorge está escribiendo su novela con enorme cuidado. Viajó a Cataluña para conocer a los alumnos de Redondo (el benjamín de la palomilla anda por los noventa y dos años) y tiene en San Andrés Tuxtla informantes fieles a la verdad que atesoran la memoria del maestro de muchas generaciones peninsulares y ultramarinas. Jorge Valdés Díaz-Vélez y este sicalíptico bazarista (¡señores del Nuevo Heraldo, respeten mis sienes cubiertas por la nieve de los casi siglos!) dijeron poesía amorosa y erótica (la una vive dentro de la otra), mientras en una pantalla se proyectaban fotografías del talentoso Alejandro Zenker. La modelo Leda Rendón, hermosa e inteligente, posó con total profesionalismo y con una calidad artística en la que se mezclaron la sensualidad y la estética. El público no coincidió con el tartufesco reportero del diario de marras y aplaudió el numerito organizado por los jóvenes estudiosos de los medios masivos, Jorge y Diego Valdez.

Entre los asistentes había algunos lectores de suplementos culturales de nuestra comunidad lingüística. Uno de ellos me contó que su fidelidad al género suplementario (valga la expresión) lo lleva a leer por internet todos los que aparecen en España, Argentina, Uruguay y México. Le conté que, hace unas semanas, nos reunimos en la Sala Ponce de Bellas Artes los directores de los suplementos de los diarios capitalinos. Ocupaba el centro la directora de Babelia, el suplemento cultural del diario peninsular El País. Hablamos de nuestros problemas y satisfacciones, de fracasos y proyectos, de errores y de aciertos. El público intervino y nos vapuleó comedidamente. Contestamos como pudimos y, por primera vez en mucho tiempo, se sintió que nos unía esa cosa que los viejos diplomáticos llamaban “espíritu de cuerpo”. Ojalá que los periodistas culturales y suplementarios podamos reunirnos periódicamente para intercambiar puntos de vista. Tal vez Monsiváis y José Emilio Pacheco, nuestros mayores en saber y talento, sirvan de lazo de unión. Por lo pronto, la memoria de Fernando Benítez, maestro de todos nosotros, nos dio base para formular la balbuceante convocatoria.

Dice Pepe de la Colina con mucha razón que los suplementos han sostenido (junto con algunas revistas excelentes) una buena parte del peso de la difusión y crítica de la cultura. Han promovido, además, la lectura y despertado el interés por ampliar el conocimiento de los temas que proponen. Esto no es ni mucho menos una hazaña espectacular. Es, simple y llanamente, un trabajo cotidiano que se cumple con entusiasmo y a la medida de nuestros leales saberes y entenderes. Nadie pretende la glorificación, el premio o el homenaje. Reporteros, cronistas, columnistas, diseñadores, capturistas, personas dedicadas a las tareas secretariales, archivistas, buscadores de imágenes, entrevistadroes, limosneros de textos, articulistas, reseñistas de cine, teatro, música, libros, artes plásticas. Todos unidos en la tarea de servir a la cultura académica y artística y de religarla con la cultura popular. No somos más que eso y ésas son nuestras tareas diarias. Lo demás es, como decía don Antonio Machado, “soledad de soledades, vanidades de vanidades que dijo el Eclesiastés”. Sirva esta andanada retórica para dar respuesta al impedido mental que, en el aquelarre suplementario, acusó a los periodistas culturales de “creerse la sal de la Tierra”. No faltan, señor o lo que sea, los pavos pomposos en esta profesión nuestra, pero son los menos. Los más nos limitamos a cumplir con alegría y el mejor humor posible nuestro periplo semanario. En fin… pelillos a la mar y sepa usted, alacrancito disfrazado de activista generoso, que debe cuidarse de la sal que, como usted sabe, deshace a las babosas. Aquí pido perdón a los lectores por los desahogos verbales, pero es que, a veces, no es posible aguantar tanta estulticia descarada como la que navega por todos los rumbos de este país nuestro que está atravesando por uno de los momentos más bobalicones, vulgares y torpes de su azarosa historia. En verdad, señores, da grima oír tantas balandronadas de jueces confusos, senadores corruptos hasta lo más recóndito de sus tartufescas médulas, diputados vociferantes, alianzas contra natura, rateros, raterillos y raterazos rociados de agua bendita o remanentes del viejo régimen que sigue vivito y salineando. Por todo esto nos invaden nuevas formas del desaliento y, día a día, aumentan las razones para la náusea. Y así termino estas lamentaciones pensando en Jean Paul Sartre que, digan lo que digan, en eso de los ascos existenciales tenía una pavorosa razón.

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